Todos a una

Todos a una

La delincuencia, desafiante a más no poder, ha hecho que la inseguridad sea un común denominador para todas las clases sociales en este país. No hay, en estos tiempos, lugar seguro para el ciudadano, no importa si trabaja o estudia, si es pobre o rico, ni donde resida.

Algunas autoridades, asiduas al manejo de estadísticas, pretenden hacer ver que nuestros índices de delincuencia no tan altos como parece, basándose, y ahí está el error, en comparaciones con otros países. En esta y otras materias, cada país tiene parámetros propios, aún cuando estilos y modus operandi de los delincuentes puedan parecerse o relacionarse.

Como medio de comunicación, preferimos que las valoraciones sobre nuestros índices, en esa materia en particular, tome más en cuenta vivencias locales y niveles comparables entre distintas épocas. De este modo veríamos que, ciertamente, los índices actuales de delincuencia desbordan los topes de épocas anteriores, en tiempos de paz, por supuesto.

-II-

Hay que reconocer que a pesar del desbordamiento del delito, la ley está tratando de hacer bien su trabajo. Por un lado, la Policía Nacional hace notables esfuerzos para dar respuesta certera y rápida a los casos de delincuencia y criminalidad, aunque sus limitaciones materiales entorpecen esa gestión.

Por el otro lado, el Ministerio Público, que lidera la investigación por designio del nuevo Código Procesal Penal, ha venido jugando un papel de primer orden en la persecución del delito.

Faltaría, entonces, que algunos jueces entren en sintonía con la línea de conducta de la Policía y el Ministerio Público, y que apliquen toda la fuerza que la ley dispensa para casos de reincidencia y peligrosidad de individuos que en los últimos tiempos obtienen la libertad con una facilidad pasmosa.

Algunos apuestan a que la culpa es del nuevo Código, y esto es lo mismo que achacarle la fiebre a la sábana, y no al enfermo, sin que esta apreciación erosione en nada el rechazo general contra aquellos magistrados que han pretendido ridiculizar la legislación por medio de sentencias en favor de delincuentes.

-III-

Pues bien, como lo que está en juego es la seguridad de todos, a todos nos corresponde tomar iniciativas mediante las cuales quede consignado el rechazo de todos a la delincuencia.

Se han producido manifestaciones públicas en este sentido, y la gente ha salido a las calles en Capotillo, en Santiago y en otros lugares, para exigir una acción más decidida de las autoridades contra los delincuentes, siempre con apego a las disposiciones legales.

Creemos que estas manifestaciones deben generalizarse y que todos los sectores y clases, razones sociales y asociaciones o gremios, realicen actos públicos dirigidos específicamente a dejar constancia de rechazo al estado de cosas que está poniendo en riesgo la seguridad de todos.

Las sociedades, cuando dan muestras de temor, quedan subyugadas por los grupos que no respetan el orden y la convivencia armoniosa. Por esa razón, alentamos a que las marchas, encuentros multitudinarios y otras expresiones pacíficas sean el instrumento para expresar, todos a una, el más rotundo rechazo de todos a la delincuencia.

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