Todos a una

Todos a una

Hay un coro de niños al que deberían sumarse los adultos que sientan verdadera preocupación por esta sociedad.

Es un clamor de infantes a quienes las balas perdidas han disminuido en sus más preciadas capacidades.

Ellos claman por un alto a los disparos irresponsables, esos que han sido la causa de sus limitaciones y padecimientos.

Y los adultos sensatos no deberíamos dejarles toda la carga de esta campaña contra el lenguaje de las balas.

Deberíamos asumir como responsabilidad la denuncia responsable de cada disparo injustificado que se produzca a nuestra vista.

Lo menos que podemos hacer es asumir una posición responsable que comprometa a las autoridades a hacer más que lo que hacen o han hecho en cada caso de lesiones o muerte por balas perdidas.

Hay que exigir que el Gobierno provea a las autoridades policiales y judiciales de todos los medios posibles para «identificar» un arma por las huellas en el proyectil disparado. Esto supondría un cambio necesario, importante, en los requisitos de registro de las armas introducidas legalmente al país.

También debemos sumarnos para exigir, no sólo que cesen los disparos irresponsables, sino que se establezcan sanciones más fuertes que las actuales para quienes los realicen.

La cuestión es que ha crecido de manera asombrosa y preocupante el número de personas, mayormente niños, heridas y mutiladas por las denominadas balas perdidas.

Aunque han sido los niños los más perjudicados por estos desmanes, ya es tiempo de que entendamos que no es asunto de niños manejar una campaña que pretenda cambiar el panorama de irresponsabilidad en el manejo de las armas.

Los adultos tenemos que arrimar el hombro en respaldo de estos niños, todos a una.

¿Desaparecidos?

Este es un país especialísimo, en el cual es posible que cientos de policías «desaparezcan» sin dejar rastro, renunciando, inclusive, a cobrar salarios acumulados.

O que se esfumaran después de haber obtenido permiso para visitar las tumbas de sus deudos, en Día de Finados.

O que altos oficiales tuviesen «asignados» números de policías que jamás tuvieron a la vista, a su servicio.

Todo parece encajar con las denuncias de irregularidades hechas por la actual jefatura.

Probablemente muchos de los policías «desaparecidos» o «asignados» a altos oficiales jamás existieron. Es decir, que existiesen únicamente de nombre para justificar en las nóminas pagos de salarios y otros beneficios que ahora no pueden ser cobrados sin riesgo de cuestionamiento.

La actual jefatura le haría un gran servicio a la sociedad si llegara hasta las últimas consecuencias de estos asuntos tan irritantes.

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