Todos contra el plástico

Todos contra el plástico

Durante los días jueves a domingo de la semana pasada, los residentes en la ciudad capital pudieron observar la enorme cantidad de residuos sólidos que se acumuló en el litoral que bordea el malecón, fruto del arrastre que produjeron las lluvias caídas durante esos días. Aunque la composición de dichos residuos era variada, resaltaba que el componente más destacado era el plástico. Y es que, efectivamente, este material se ha entronizado en nuestra cultura, convirtiéndose en unos de los más serios desafíos ambientales que deben enfrentar, las autoridades, el sector empresarial así como toda la población.
Aunque el último cuarto de siglo lo hemos asumido como la era del internet, lo cierto es que estamos en la era del plástico. Sin desconocer el impacto que tiene el internet como medio de comunicación, su presencia queda pequeña ante la enorme difusión que tiene el uso del plástico en el planeta. Y, lo que es peor, las terribles consecuencias que está teniendo y tendrá en el futuro.
A quien tenga dudas de que es la actual la era del plástico le invito a un ejercicio: que anote durante un día todos los objetos de plástico o que contengan plástico que usa y el número de veces que los usa. Luego se debe hacer lo mismo con aquellos objetos que no tienen ningún componente de plástico. Comprobará que la diferencia es enorme a favor de la primera lista.
Confieso que la idea de este ejercicio no es nuestra. Es de la periodista norteamericana Susan Freinkel, la cual escribe sobre temas científicos, y quien publicó un ensayo al que tituló “Plástico, un idilio tóxico”, recomendable tanto por su contenido como por lo ameno que resulta su lectura.
Con motivo de la celebración del Día Mundial del Medio Ambiente, el 5 de junio pasado, la Organización de las Naciones Unidas escogió como lema de dicha celebración “un mundo sin plástico”, con lo cual quiso llamar la atención sobre la necesidad de disminuir el uso de estos productos, debido al enorme daño que están causando en nuestros ecosistemas, muy especialmente en los océanos, a los cuales van parar anualmente la cantidad de ocho millones de toneladas. Tal y como expresara el Sr. Víctor Estrella, presidente del Club Náutico de Montecristi, en una actividad que en esa ciudad fuera celebrado hace varias semanas, a ese ritmo pescaremos botellitas y fundas de plásticos en vez de peces.
La difusión del plástico ha sido sorprendente, pues es solo al finalizar la Segunda Guerra Mundial cuando su producción se eleva de manera masiva, como respuesta del empresariado a la demanda de productos del hogar a precios baratos y asequibles para la mayoría de la población. Desde entonces la producción ha ido creciendo de manera geométrica, a tal punto, que se espera que para el año 2020, según la publicación Grand View Research, se produzcan más de 650,000 millones de dólares en productos plásticos. El ejemplo de la industria de las bebidas es aterrador, pues esta produce anualmente unas 500,000 millones de botellas de un solo uso.
Ante el temor que se está generando en la población mundial como consecuencia de los enormes volúmenes de desechos de plásticos, en casi todos los países se han empezado a aplicar programas de reciclajes o de re-uso de muchos de esos productos. Sin negar el mérito de estas iniciativas, las mismas son solo pequeños pellizcos ante las montañas de desperdicios que se van amontonado en todos los rincones del planeta y muy especialmente en los diferentes mares, poniendo en peligro además de la biodiversidad marina, los más grande y potenciales espacios para la alimentación futura de la humanidad. Los programas de reciclajes no eliminan el plástico, lo convierten en otro producto igualmente de plástico, expresión de una especie de círculo del cual no podemos escapar ante la incapacidad de la ciencia de encontrar respuesta.
Es por ello que terminar con la fabricación de algunas de las formas del plástico es, hasta ahora, la única salida para ir disminuyendo la presencia de éste en el medio ambiente, por lo que se debe exigir a la industria encaminar esfuerzo y tecnología en la dirección señalada, ya que de manera voluntaria no esperemos cambios que repercutan de manera significativa. Todo lo contrario: las industrias del petróleo y del gas recurren cada vez más al diseño de productos plásticos a fin de generar ganancia de los residuos no comercializables como combustibles.

En el caso dominicano, la situación es apremiante. Nuestra condición insular, la opción del turismo como componente básico de nuestra economía, la incapacidad para el manejo de nuestros desechos sólidos y falta de una conducta cívica responsable nos obligan a buscar una salida con carácter de ley que limite la fabricación del plástico de un solo uso. Posiblemente que las medianas empresas que se dedican a la fabricación de estos envases y una parte del comercio se resistan, pero es necesario entender que el daño que estamos causando no resiste más indiferencia. Cada día que transcurre la situación se agrava y debemos ser valientes y creativos en la búsqueda de la solución.

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