En cualquier país, compañía privada o institución social, ningún presidente se reelegiría con la reducción del 88% de ingresos, 25% del patrimonio y 75% del personal organizativamente excluido o acosado.
Detrás de la crispación pública que generó las elecciones del Consejo para el Desarrollo Estratégico de Santiago (CDES) se esconde la única crisis padecida por esta entidad en toda su historia.
En los pasados 30 años, CDES pilotó con destreza por cielos turbulentos y mares tormentosos. Hasta el actual deterioro, había navegado «viento en popa». Con mucha calidad científica y reputación, concluyó el Plan Estratégico de Santiago (PES) y sus actualizaciones auténticas, genuinas e innovadoras.
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Por encima de los que objetaban el rol de esta entidad, se impuso la convergencia de la planificación de abajo hacia arriba.
La opinión pública debiera mantenerse atenta. Monitorear la crisis generada por la opción que, hasta el último minuto, estaba derrotada. La que, por arte de magia, resurgió de sus propias cenizas, apoyada por auspiciantes sorprendidos en su buena fe, «de ayudar a Santiago».
Se suplicaron órdenes superiores sin precedentes. Mandos, que, sin información precisa, facilitaron una riesgosa victoria que terminó siendo pírrica. La opción que hizo el patético llamado, ocultó corresponsabilidades en una crisis que sorprendió la Nación.
La alternativa escoltada, sin tener propuestas, difundió que el CDES sería asaltado. Hasta ahora, las evidencias indican que la única invasión provino de los que se impusieron apoyados por la falta de institucionalidad electoral y la exclusión de la Cámara de Diputados y el Concejo de Regidores.
La opción vencedora es la única de las anteriores que ha sido poco bendecida por el don de la eficiencia o sea la generación de productos estratégicos por unidad de tiempo.
Sépase, «sin egos afectados, ni venganzas personalizadas» una crisis ética irresoluta precipitó la aparición de la segunda plancha proponente de un programa de rescate. Trance que hoy reclama el concurso de todos los sectores. De los que participaron sanamente a favor de seguir con más de lo mismo, y de los que, avivados por la escasez de miras, organizaron una segunda plancha.
Pasemos la página. Por el bien del proceso, recomendamos un relanzamiento que inicie con un pacto social de todos los miembros del CDES, con diputados y regidores incluidos. Igualmente, con apoyo del Estado, sociedad civil y empresariado.
Es momento de repensar a Ernest Hemingway, para «volver al puerto de origen». Esperar que el mar termine de calmarse y ajustar la brújula movilizadora del CDES hacia un nuevo comienzo esperanzador.