Todos “dominiquén”, el propósito verdadero

Todos “dominiquén”, el propósito verdadero

Hace unos años conversaba con un compañero de trabajo puertorriqueño sobre la cantidad de soldados de esa nacionalidad en el Ejército de los Estados Unidos. Ya sabemos cómo sucede el reclutamiento, entre jóvenes pobres con muy pocas alternativas. Sólo hay que ver los documentales de Michael Moore. Te ofrecen –y te cumplen- estudios -hasta universidad-, buena comida, sábanas limpias y uniforme. Y honores cuando te maten en combate. – Ahora sí –eso me lo decía él-, a la hora de los mameyes no puedes salir con que no quieres guerra, no te puedes echar para atrás.-

Esto es lo que les está sucediendo a los filósofos en dólares que se han mantenido por décadas viviendo del cuento: consultores, profesores, conferencistas, miembros de “la sociedad civil”, enseñando la fórmula del agua tibia. El Tío Sam dijo: llegó la hora de los mameyazos. La consigna son los derechos humanos, los derechos humanos de los haitianos. Pero el propósito verdadero es la fusión de los dos países. Ciego el que no lo quiera ver.

Para defender los derechos humanos no había que esperar tanto tiempo ni salir a defender extranjeros. Los derechos humanos de los dominicanos han sido violados desde siempre. Es más, el principal de los derechos humanos, el derecho a la vida, es violado constantemente, no solamente por los cuerpos represivos sino también por civiles con mucho poder. Óigase esto, la educación y la salud son derechos humanos. De manera que si mañana vamos al Palacio Nacional a reclamar estos derechos iría en términos prácticos toda la población. ¿O a quién se oponen los derechos?

¿Pobreza? ¿Acaso hay que ir tan lejos para ver pobres que rompen el alma? Aquí mismo, no muy lejos, en los barrios parte atrás y en las zonas más marginadas de la Capital hay niños que se desayunan medio pan viejo y una taza de agua de azúcar, si es que desayunan. ¿Desnutrición? ¿Conocen estos señores el sur profundo? Entonces, de repente, se rasgan las vestiduras, se tiran al suelo y convulsionan por los derechos humanos de los haitianos en territorio nacional.

Dos cosas: nadie ignora las condiciones espeluznantes de miseria en que vive el pueblo haitiano. Y lo que es más, nadie se alegra de ello. Estamos hablando de otra cosa. Sin embargo, lo normal en un individuo normal –uso la redundancia a propósito- es empezar en su círculo más íntimo: su hijo, sus padres, su esposa, sus hermanos. Pero ir a buscar a un vecino para darle lo que se le niega a un hermano como que está al revés, hay otra cosa detrás. Por otro lado, aquí la vida no trata peor a los haitianos de lo que trata a los dominicanos, es más, en muchísimos casos a los haitianos les va mejor que a los nacionales. No teoricen, vayan a ver, trabajen “en la práctica”.

Aquí nadie sale a matar haitianos ni a maltratarlos. El que diga eso es sencillamente un mentiroso. Aquí ni siquiera se los insulta. Por supuesto, siempre habrá gente racista, como hay gente clasista. El término “crímenes de odio” no se acuñó en este país, eso viene de fuera, de donde los rubios de ojos azules que hoy dan clases de derechos humanos. Aparecerán quienes no quieren saber de haitianos como en EUA hay muchos que no quieren saber de asiáticos o de latinos, o de musulmanes en Europa: la ley protege sus derechos pero no puede obligar a amarlos.

La sentencia 168 del TC traza una línea que no es de Pizarro. La conminación de Pizarro fue o se van conmigo o se quedan, obligar una decisión clara. La sentencia del TC fue una línea en el desorden. Al momento de su publicación había de todo, en particular: hijos de haitianos residentes, hijos de haitianos ilegales, hijos de haitianos residentes con papeles falsos, haitianos residentes con papeles falsos. Pero lo más importante, por sobre todo esto anterior, haitianos ilegales. Este es el verdadero tema, todo lo otro son menudencias.

Lo que sucede es que resulta cuesta arriba pedirle al gobierno dominicano directamente, con palabras que expresen la intención, que nacionalice a los haitianos ilegales. Pero ésta es la real intención. Si nos lo piden aquí, pues lo podrían pedir los seis millones de ilegales en EUA. Entonces, ¿qué decirles? ¿Cómo apoyar aquí lo que se niega allá? Por eso la canción de los derechos humanos.

Pero la cosa no para ahí, se quiere nacionalizar a todos los haitianos ilegales indocumentados de origen. Los haitianos ilegales en la RD no tienen ningún documento de identificación emitido por el Estado haitiano (Por cierto, los derechos humanistas no se refieren a esta violación, qué casualidad, ¿no?). La identificación del nuevo nacional se haría según su propia declaración:

– ¿Nombre?

– Juan Vicente Alfredo.

-¿Edad?

– 21 años.

Listo, tenemos un nuevo dominicano que va a dejar el forro por su nueva patria. Por supuesto, como sucede con los desalojados en tierras del Estado, luego de ésta va a aparecer otra camada, y luego otra hasta que todos seamos “dominiquén”. Escríbalo en piedra, ése es el plan y no me vengan con el cuento de los derechos humanos.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas