Todos pagamos un precio…

Todos pagamos un precio…

JOSÉ BÁEZ GUERRERO
j.baez@codetel.net.do 
Podrán acusarme de ingenuo, pero me parece una barbaridad que cuando cualquier periodista o comunicador toma partido, los adversarios la emprendan contra su honorabilidad, como si efectivamente ninguno fuera capaz de honestamente pensar por sí mismo sin implicar que su opinión está vendida o alquilada.

No crean que digo que entre los periodistas o comunicadores, como entre todos los oficios y profesiones, no hay malandrines y bandiditos de toda laya. Eso no hay ni que explicarlo. Lo que nunca deja de asombrarme es que en el debate público de ideas, prevalezca la impresión de que sólo cuando hay de por medio pesetas o millones se logra el apoyo público de algún líder de opinión.

Por ejemplo, estoy convencido de que periodistas como Miguel Guerrero, Juan Bolívar Díaz, Nuria Piera, Wilfredo Alemany y otros de parecido prestigio, rinden un gran servicio a la democracia exponiendo su opinión, a veces muy mala por cierto, del Presidente Fernández. ¿Quiere eso decir que sean unas “bocinas” o que opinen así por algún oscuro entendimiento con el PRD o Miguel Vargas? ¡Por Dios! Profesionales de talento e integridad como estos, sin que estén por encima de sospecha, han ganado con su trayectoria el respeto del público.

Puedo estar en desacuerdo con sus ideas o creerlos equivocados, o lamentarme de que uno que otro prefiera criticar sólo a cierto candidato sin ver ninguna falta en los demás, pero si alguien quisiera debatir con ellos, la peor manera sería tratando de desacreditar sus méritos personales o afectando su honra.

Tenemos que aprender a aceptar que quienes piensan distinto a nosotros pueden estar genuina y honestamente convencidos de su verdad. Me vienen a la mente los casos de Andy Dauhajre y Jaime Aristy, quizás los más fanatizados y extremistas críticos del Presidente Fernández. Independientemente de que estén realizando un trabajo político a favor del candidato del PRD, ¿puede alguien poner en duda que todo cuánto dicen no sea realmente lo que sienten y piensan? Esa sintonía con sus propios corazones y cerebros se llama honestidad intelectual, aún cuando su resultado no agrade a quienes sentimos y pensamos distinto.

Si expresar sinceramente las propias creencias implica que a uno lo llamen “rata honorable” o “vellonera de la reelección”, ¿qué puedo uno hacer que no sea seguir anhelando que cierta gentuza aprenda que pensar distinto no nos hace enemigos?

Publicaciones Relacionadas

Más leídas