A unque sabía que estaba mal de salud, nadie está preparado para morir ni para ver partir a una persona querida.
Los inicios de mi vida están vinculados a Tomás Troncoso Cuesta.
Resulta que con 10 o 12 años de edad, yo era limpiabotas y solía pasar por su casa.
Nunca hablé con él, pero sí con su esposa Any y su hijo Tommy.
Luego le comenté que iba a su casa a limpiar sus zapatos y de ahí adelante fuimos amigos. Desde ese tiempo, lo seguía en la radio y televisión y me motivó a ser cronista deportivo.
Su esposa Any me ayudó a realizar un curso de inglés y desde entonces les guardo cariño.
Tomás sabía hablar inglés y fue de los pioneros en leer las principales publicaciones norteamericanas, lo que le daba un paso adelante en comparación a otros comentaristas para estar al día en todos los deportes.
Fue carismático, elegante, dominio del inglés, uso perfecto del español, se documentaba bien, y todo eso lo convirtió en el mejor comentarista deportivo de todos los tiempos.
Su paso por la Cadena del Licey y su programa “Los Deportes en marcha” forman parte de su gran legado.
Casi todos los cronistas de su era tuvieron algún tipo de influencia de su estilo de comentar.