Aspirar a ser presidente o presidenta de la República es un derecho inalienable de todo ciudadano que resida en una sociedad libre y democrática. En países como el nuestro para ser presidente la Constitución solo exige ser dominicano, tener 35 años de edad y no ser militar activo; ni siquiera exige estar alfabetizado en pleno siglo XXI. ¡Oh mi Dios!

Usted se imagina cuáles serían los resultados de una empresa administrada por una persona neófita en administración de empresas, gerencia moderna y otros cognitivos indispensables para lograr una gestión exitosa, cumplir las metas y objetivos.

Pues eso mismo aplica para un Estado o nación que es igual a una mega empresa, compleja, comprometida con una sociedad que demanda resultados satisfactorios.

Para presidir una nación con éxito en pleno siglo XXI, se requiere independientemente de lo constitucional, gobernantes con sobradas y amplias competencias profesionales, humanas, técnicas, culturales y sobre todos conocedores de la sociedad.

Con estos no decimos que quienes aspiran a ser son personas incompetentes, lo que quiero resaltar es que, la coyuntura en que se encuentra el país, demanda de que sus actores organizados se unifiquen en pro de tener una mejor nación.

Recordemos que el éxito o fracaso de una nación o empresa reside en la integración de sus actores, capacidades gerenciales y administrativas y cumplimiento eficaz de sus obligaciones.

No podemos seguir cultivando la ancestral cultura patriarcal de que cualquiera puede ser presidente o administrador de una nación. Se debe impulsar hacia un cambio en la forma de presidir un país.
Todavía observamos en la práctica política partidista cómo algunos llamados “lideres políticos” de la noche a la mañana aspiran a ser presidentes de la República, reiteramos es su derecho. Mi inquietud es, se han auto preguntado lo siguiente:

¿Tengo yo posibilidad de ser Presidente? ¿O simplemente sueño o busco protagonismo dentro del tablero político, con miras al futuro?

La República Dominicana carece de verdaderos líderes políticos, como los fueron Balaguer, Bosch y Peña Gómez, por ende, los dirigentes actuales opositores deben aglutinarse en torno a un proyecto de nación.
No estamos en contra de que todo el que desee aspirar lo haga, sino que en la coyuntura en que está el país, ninguna agrupación política individualizada tendrá posibilidad de ganarle al partido de gobierno.

En este sentido, el razonamiento lógico debe primar, concienciar de que el momento social del país demanda de la unificación y cohesión de todas las fuerzas sociales para que en el escenario electoral hayan dos opciones, y que el pueblo decida el rumbo.