Todos somos culpables

Todos somos culpables

Parece que Estados Unidos será el imperio de más corta duración en la historia de la humanidad. Ha desarrollado agresiones militares desde la primera mitad del siglo XIX, cuando inició su voraz expansionismo, mutilando gravemente a México para luego invadir a los países de la cuenca del Caribe. Hoy, podría ser considerado un imperio en decadencia, pero todavía debe ser temido. Nunca subestimado. Ha demostrado ser capaz de imponer la más cruel de las violencias sin justificación alguna. Solo hay que revisar Siria, Afganistán, Irak, Vietnam, Corea, Hiroshima y Nagasaki para mencionar algunos. Para desgracia suya, ahora ha sido evidenciada su maquinaria secreta de espionaje total. Esa irracional cultura de vigilancia irracionalmente basada en el azar, en la casualidad. No persigue objetivos específicos, aunque está en todas partes, lo ve todo, lo escucha todo, lo sabe todo. Compite ventajosamente en omnisciencia con Dios y, como genio del mal, castiga a aquellos que no se someten a sus designios, mientras protege a los peores terroristas que actúan contra la humanidad.

La esencia filosófica de este desmesurado espionaje contra el resto del mundo establece que todos los ciudadanos somos potenciales culpables. La presunción de inocencia instituida en todas las Constituciones del mundo, Estados Unidos la mandó para el carajo. Estamos obligados a demostrar que no hemos delinquido o aceptar que nos envíen a las clandestinas cárceles ubicadas en el ilegalmente ocupado territorio de Guantánamo en Cuba. Para demostrar nuestras buenas intenciones, debemos acceder a que nos vigilen permanentemente.

Promueven el lema de que “si ningún delito has cometido, nada debes temer”, elaborando así la más vulgar coartada que necesitan los gobiernos autoritarios para espiar a los ingenuos ciudadanos que creen vivir en una democracia. Toda forma de tecnología, incluso la todavía desconocida para las mayorías, está siendo utilizada como medio de espionaje. Facebook, Twitter, cajeros automáticos, tarjetas de crédito, teléfonos celulares, Iphones, computadoras, todo es ahora un mecanismo para perseguir y hostigar a los ciudadanos del mundo. Todo porque se les considera potenciales culpables de haber cometido quién sabe qué delito.

¿Quiénes se benefician directamente de esta campaña? Los patrocinadores del complejo militar-industrial-congresual. Plutócratas y políticos que inventan guerras para gastar millones de millones de dólares del erario estadounidense y así secuestrar petróleo ajeno al precio de ataúdes repletos de jóvenes menores de 30 años. Expertos creativos propagandísticos de vergonzosos enmascaramientos para eludir su responsabilidad por los genocidios provocados.

Dentro de cualquier enfoque lógico, debería haber proporcionalidad entre la imaginaria amenaza terrorista y las medidas que se adoptan para evitarla. El pragmatismo estadounidense establece que la eficiencia se mide por los resultados. Buenos resultados indican el uso de un buen método; malos resultados son señal de un método malo. Estos gobernantes gastan sumas inimaginables en una supuesta lucha anti terrorista sin que los resultados puedan apreciarse. La justificación del gasto pregonada por funcionarios sin credibilidad son apenas burdas especulaciones de lo que pudo haber ocurrido y nunca fue. Mientras, nada hace Estados Unidos para frenar los asesinatos masivos provocados por sicópatas con derecho a poseer tantas armas de fuego como puedan comprar. Son más los crímenes amortajados por la Asociación Nacional del Rifle que las víctimas provocadas por atentados “terroristas”. Son más los suicidios de los veteranos de la guerra de Irak y de Afganistán que las bajas de guerra por acciones “terroristas”. Más personas mueren en Estados Unidos por accidentes en la bañera y en la cocina que por el llamado “terrorismo jihadista”.

Ahora, Washington pierde los estribos ante las valientes denuncias de los “whistleblowers” Assange, Manning y Snowden. Se desespera, no por sentirse culpable y arrepentido ante el daño provocado, sino porque ha sido descubierto en su hipócrita actuación. Esa perversa maquinaria disfruta del apoyo incondicional del Congreso y del Presidente de ese país, privatizadores de la guerra y el espionaje.

Nada tiene que ver este personaje que hoy ocupa la Casa Blanca con aquel que, desde el Estado de Illinois, se presentó como candidato progresista a la Presidencia de Estados Unidos. El verdadero Obama no es una víctima del complejo militar-industrial-congresual, sino un socio aventajado que ha demostrado ser capaz de potenciar la criminal política guerrerista que desarrolló George W. Bush.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas