Todoterapia

Todoterapia

LEO BEATO
El vicio de poseerlo todo.
¿Cómo quiere usted su cafecito? ¿Negrito, marroncito, clarito, cortadito, chapuncito, puyaito o medio pollito? Por lo menos así dicen en muchas partes de Latinoamérica. O prefiere una agüita de piringa con nombre de café americano? El asunto es agradar, pues el cliente siempre tiene la razón («the customer is always right»). Y ahí está el problema. Vivimos en un mundo donde se vive a la carrera y hay que complacer a todo el mundo.

  Lo que deseo es un café… y punto.   Sí, pero no se me ponga tan desagradable que lo que queremos es que se sienta usted bien,  nos dice el camarero muerto de risa. De repente me asaltan los recuerdos de aquellos años cuando uno iba a comprarse unos pantalones de kaki, muy buenos y muy baratos, y nadie preguntaba nada. Todos eran iguales. Hoy día nos asaltan cuatro dependientes ansiosos de sacarnos del bolsillo su comisión forzada.

¿Cómo los quiere usted? Tipo levy, tipo campana, raídos, descoloridos, avaquerados, con bragueta o con zipper, unisex o doublesex, hetero o gay, por si acaso? ¿Para antes o para después? Hay sitio para todo, pues para los gustos se hicieron los colores si hay dinero para pagarlo.

En un reciente estudio sicológico llevado a cabo en la universidad de Harvard se estableció que, mientras más opciones se tienen frente a uno, más confusos nos tornamos. Es como dormir más de la cuenta. En lugar de descansar se amanece más cansado que la noche anterior. Sobre todo si somos víctimas, además, de una impadiosa resaca. Hace 30 años, cuando la abundancia de las opciones era mucho más limitada, el coeficiente de la felicidad superaba el 70% en nuestras sociedades. Hoy día apenas se llega al 30% si es que llegamos al 30% ¿A qué se debe este descenso tan inesperado? De hecho, la depresión clínica, tan rampante en nuestros días, era prácticamente desconocida, pues mientras más tenemos más queremos, y mientras más queremos más infelices nos tornamos. «There is nothing money can’t buy», dice un falso refrán en inglés (no hay nada que el dinero no pueda comprar). Y ahí está la gran falacia. Resulta, sin embargo, que la felicidad no se puede comprar, pues hay que aprenderla como se aprende a amar. No se nace feliz sino que se aprende a ser feliz, tal como nos dice el Dr. M. Seligman en su best seller, «Learned Optimism» (El Optimismo Aprendido). De ahí la tremenda importancia de padres en hogares felices donde se aprende con el ejemplo y no con las palabras ni mucho menos con los correazos, pues tranquilidad no viene de tranca.

«Cuando ingresé a la universidad»   nos dice Alejandro Santana, ingeniero electrónico certificado,  «existían unas cuantas carreras a escoger. Hoy día hay más especialidades y sub especialidades que oportunidades laborales. Las inscripciones (tuition) se han quintuplicado mientras que las oportunidades de trabajo se han reducido drásticamente». Casi el 37% de los estudiantes cambian de carrera antes de terminar el segundo año. En otras palabras, que el mercado laboral, sobre todo después del 9/11, se ha reducido de manera alarmante. Es un hecho preocupante que en el año 2001 el 57% de los graduados universitarios se incorporaron al trabajo en áreas diferentes al área de su especialización.

Hoy día el porcentaje es muchísimo más alto. «Tener demasiadas opciones disponibles crea automáticamente una inseguridad instintiva en el alumno». Así concluye el periodista Barry Schwartz citando a un connotado sicólogo social contemporáneo. Es un fenómeno parecido al del rico Epulón en el Evangelio de Lucas, quien nunca reconoció al hambriento de Lázaro yaciendo a sus piés hasta que fue demasiado tarde y entonces quiso emularlo. Como en aquella fábula de Esopo donde un rey guerrero moría de sed en medio del fragor de la batalla a la orilla de un río donde yacían los cadáveres de sus propios soldados. «Dame agua, te lo imploro», le gritó el rey a su ayudante y éste hundió el jarro de plata en las mustias aguas llenas de sangre palpitante y lo acercó a los labios resecos del monarca.

  ¡Jamás he probado agua tan rica y que calmara tanto mi sed!  exclamó el monarca ensimismado. Era como si nunca hubiera probado un vaso de agua en su vida.

El tener mucha abundancia se ha convertido en una adicción más. Un ejemplo al canto fue el matrimonio de Britney Spears con su novio improvisado Jason Alexander. A los dos días de casados decidieron divorciarse y cuando le preguntaron «por qué se casaron» contestaron: «Porque queríamos divertirnos».

Esto demuestra sin lugar a dudas que la todoterapia es hoy día una gran necesidad de la cual debemos todos curarnos. Curarnos de todos los excesos porque ya no damos abasto.

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