Tolerancia “0”: ¿chiste o cinismo?

Tolerancia “0”: ¿chiste o cinismo?

¿Podría el gobierno peledeísta darse el lujo de ignorar las declaraciones condenatorias de la corrupción oficial del doctor José Joaquín Bidó Medina, ahora que la inmensa mayoría del pueblo lo percibe como el más corrupto de la historia dominicana?

¿Cómo podemos darle crédito a las declaraciones del Presidente de la República cuando expresa que aplicará tolerancia cero a los funcionarios corruptos de su gobierno, si esto coincide con las declaraciones en contrario del funcionario que, con su prestigio, mantiene alguna credibilidad sobre la insípida Comisión Nacional de Ética y Combate a la Corrupción?

¿Cómo podría el doctor Leonel Fernández desmentir el inmenso caudal de dignidad, seriedad y honestidad que fluye por “Chichí” Bidó?

Proclamar tolerancia cero resulta ahora menos creíble dada la denuncia hecha por uno de los pocos funcionarios que practica ética y moral de las buenas. Ética no es más ni menos que definir con claridad dónde está el bien y dónde el mal. Bidó se ha destacado a lo largo de su carrera profesional y académica como un paladín en ese campo. Por eso estuvo al lado de Juan Bosch durante tanto tiempo sin tener que fingir honradez como algunos que ahora se evidencian cual farsantes que siempre fueron.

Bidó Medina debe estar reflexionando sobre la trampa en que cayó cuando aceptó ser el cancerbero de la ética gubernamental. Le impusieron entre sus atribuciones que sólo recibiría y tramitaría a la justicia las denuncias de corrupción en el gobierno. Dentro del perfil de su cargo burocrático no incluyeron los mecanismos suficientes y necesarios para denunciar y combatir la corrupción gubernamental, tal como está dentro de su carácter y formación. Enorme ha sido su capacidad de aguante que lo ha llevado a resistir tanto tiempo en el cargo ignorando que lo están usando como coartada para beneficio de los funcionarios corruptos.

Muy fácil sería descubrir los corruptos en el gobierno y acumular pruebas suficientes para llevarlos ante los tribunales a responder por sus malversaciones. Fácil, si existiera la voluntad política para llevar el proceso hasta las últimas consecuencias. El capitalismo es un sistema diseñado con flexibilidad suficiente para que el que pueda aprovecharse obtenga la mayor cantidad de ganancias posibles. Incluso el capitalismo atípico como el que se practica en República Dominicana tiene reglas a cumplir. Un factor importante y decisivo en la calidad y la procedencia del dinero está en la velocidad con que se obtiene. Los mayores capitales de la economía dominicana actual datan del siglo 19 y otros muestran sus orígenes en etapas posteriores al primer cuarto del siglo 20. A todos les ha tomado muchas décadas llegar hasta donde están.

Además, cada uno de estos capitales ha tenido una razón de ser, ya fuera en el comercio, en la industria, en la agricultura o en la construcción. Sin embargo, elementos que poco tiempo atrás eran unos desarrapados llegaron al gobierno con una mano delante y otra detrás para hoy exhibir fortunas groseras sin tener como fundamento de su enriquecimiento alguna empresa respetable. Para estos funcionarios el erario ha sido la fuente de creación de rápidas e inexplicables fortunas. Unos llegaron al gobierno en 1996, habiendo sido apenas empleados de cuarta categoría en la empresa privada o en el sector público.

Trece años después muestran con descaro el fruto de su corrupción jactándose de que ya no necesitan a los empresarios para hacer sus respectivas campañas o para crear mecanismo de lavado de sus malversaciones. Sus presupuestos gubernamentales son mayores que las transacciones de las más grandes empresas del país y están a su plena disposición, sin supervisión alguna que los controle, sin pagar impuesto sobre la renta y con la impunidad absoluta garantizada.

Un funcionario excepcional acaba de denunciar la corrupción: José Joaquín “Chichí” Bidó Medina. Ese repudio evidencia que se rebosa la copa del disgusto. El corrupto parece tender a hacerse norma absoluta cuando las honestas excepciones llegan al límite de sus esfuerzos. “Chichí” Bidó Medina es una honorable excepción que llena un profundo vacío en la credibilidad gubernamental a quien debemos apoyar en su denuncia.

Hablar ahora de tolerancia cero contra la corrupción tiene que ser un chiste o una burla cínica.

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