Tom Lluberes (SJ) mientras más lo pienso tu…

Tom Lluberes (SJ) mientras más lo pienso tu…

ALTAGRACIA PAULINO

Consagrado a Dios toda su vida, fiel a sus principios religiosos, historiador

A veces debemos acudir a la creación de los poetas, para con su ayuda poder expresar las cosas que nacen del alma- Bosch decía que los poetas ven mucho más allá de los demás mortales- y yo acudo a Juan Luis Guerra para hablar de un gran amigo, tertulio, prudente, de esos que vivirán eternamente.

Consagrado a Dios toda su vida, fiel a sus principios religiosos, historiador y comprometido con los valores democráticos en el marco de la prudencia que lo caracterizó.

Así era Antonio Lluberes Navarro (SJ), hijo de doña Lolita Navarro, ambos muy parecidos físicamente y en el amor que los unía: ella no movía nada que pudiera interferir con las labores religiosas de su hijo, al contrario, estaba muy orgullosa de su vocación, la que estimuló desde que descubrió sus deseos de consagrar su vida a la Compañía de Jesús; él la adoraba como a una santa.

A Tom lo vi siempre como una especie de “Rey Midas”, todo lo que tocaba florecía. Recuerdo cuando compraron la casa en la calle Samaná para iniciar el filosofado, era una vivienda modesta que en poco tiempo fue un lugar acogedor, donde conocimos a futuros jesuitas y donde compartimos numerosas veladas y discusiones importantes de la Revista “Estudios Sociales”, que él dirigía. En pocos años, el filosofado creció, y creció tanto, que el Centro Bonó, en la Josefa Brea, fue parte de ese crecimiento.

El filosofado en la zona le dio relieve al sector, la gente del entorno fue respetuosa y entendió que la entidad agregaba valor a sus viviendas, con jóvenes decentes y respetuosos.

En ese lugar conocí a Jesús Zaglul, a Pablo Mella, a Javier, hoy sacerdotes jesuitas y a muchos otros seminaristas, algunos terminaron el filosofado, otros salieron y se ganan la vida dignamente.

Después lo enviaron a Radio Santa María, donde se hizo sentir en todo el Cibao. Recuerdo que, en el año 1991 me invitó a un conversatorio sobre la inflación, donde conocí a Adriano Miguel Tejada, con quien me tocó compartir el panel.

Era un programa de los sábados en la mañana, con mucha audiencia, pero había que ir a La Vega, porque para entonces no había redes sociales; luego en el Politécnico Loyola también dejó su luz e impronta, igual que en Fe y Alegría, en fin, donde quiera que lo enviaron, como un fiel y buen soldado acudió. Fue un resiliente, como diríamos hoy.

Atesoro cada momento disfrutado juntos, desde que por vía de mi esposo Daniel, con quien compartían desde la Madre y Maestra en Santiago, nos conocimos y desde 1977 pasó a ser parte de nuestra familia.

Tom, como le decía, era un buen comensal. Disfrutábamos con mucha frecuencia de buenas cenas en mi casa; le gustaban los vegetales al vapor, la última vez que hablamos, me dijo: “vamos a vernos para que me hagas vegetales al vapor, hace mucho que no me invitas”.

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