Tom Waits, porque el trago no llega y es tarde

Tom Waits, porque el trago no llega y es tarde

POR MIGUEL MENA
Decir extravíos, candados  que no abren porque todo se oxidó y hay que largarse por otra calle antes de que los perros te despedacen o que se ponga de día, que no se sabrá que será peor, o la búsqueda de algún pasaje en el bolsillito delantero, confirmación de que los chicles se derritieron y pensar que cada paso tiene que sonar y que los zapatos humedecidos están ya como clavados y tú sin ganas de nada, después de todo, es tener que dejar susurrar el «Waltzing Mathilda».

«No, no quiero tu simpatía, dicen los fugitivos que ahora estas calles no son para soñar».

Tom Waits ha sido tallado para estar en todos los dinteles de todos los andamios nocturnos en que los desencontrados se parapeten y celebren el último trago, cualquier toque de aprobación en el hombro, la mirada de alguien que te quería pero ya sólo quedaban manos para ocultarse en algún lugar no ocupado por las lágrimas porque te estaban cerrando la puerta del balcón, en el liceo o en el parque, el sudorcito aquél de las manos subiendo por la avenida Abraham Lincoln y el corazón tan sudado y deshecho y que el semáforo siga en rojo, algún día será.

Tom Waits es un tipo rarísimo, de esos y mejor no oírlo porque te noquea como el atleta de sumo que sale en «El piano ha sido bebido». Después lo tendrás invariablemente, inesperadamente, como el hielo en el fondo del mejor trago.

Su nombre es clave para artesanos nocturnos, almas en pena bajando por la av. Duarte, la cara típica de «yo no fui» de Frank Báez a la hora en que Homerito Pumarol no aparece y dale que dale al número, o se consume la corriente o se calienta la batería mientras Ángel le hace homenaje a su nombre, los minutos, la paciencia, la imaginación, el jab que no darás en el hígado porque estará tan fría la habitación que mejor no encender nada, nada de nada, el ir y venir de Rita Indiana con alguna masita de coco como demostración de triunfo y de que no todo está perdido en este país.

Aunque ya uno  no podrá respirar como antes tal vez porque el sueño será llevar un picapollo en la mochila, como evidencia de que no todo es Jurassi Park en el país de Alicia aunque los dinosaurios estén con sus carritos en El Nacional y su cafetería y los libros que hojearán y no comprarán y Plinio y Basilio como dos ángeles guardianes de todo lo que necesitarás saber y que de nada te servirá.

Siempre que oigo a Tom Waits siento que está bajando una cortina o un mosquitero o que el techo de Berlín se está expandiendo y llegando a Puerto Rico, a Nueva York, a Estancia Nueva en Moca, a Manabao si es que José Genao todavía no arranca para las Terrenas, porque nunca se sabe qué mp3 podrá ponerse que compla zca las expectativas, los sueños, los saltos por los aires, al argentino o español que nunca faltará en la fiesta, la primita que estará estudiando.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas