Tomando a Chávez en serio

Tomando a Chávez en serio

EDUARDO JORGE PRATS
Son pocos los que no se ríen con los chistes de Hugo Chávez, con esas salidas «geniales» que recuerdan las viejas tertulias de antaño. Es cierto que las bromas del presidente venezolano son cada día más pesadas –por ejemplo, sus comentarios respecto a Condolezza Rice– pero nadie puede resistir la risa cuando rebautiza la «mano invisible» de Adam Smith como la «mano peluda» del mercado. Sin embargo, cuando pasa la risa, los más precavidos no podemos dejar de recordar las palabras de Saint Just, actor principal de una revolución que quiso poner fin a la corrupción monárquica e instaurar un reino de la virtud como se proponen los chavistas: «El que gasta bromas estando a la cabeza del gobierno tiende a la tiranía».

Pero casi todo el mundo sigue gozando con las bromas de Chávez pues los realistas de la política nos dicen que lo que define al chavismo no es tanto lo que el líder venezolano dice sino lo que hace.

Lo que hace Chávez, no obstante, es imposible dejarlo pasar inadvertido. En el plano interno, la independencia de los poderes está gravemente cuestionada por el aumento de la matrícula del Tribunal Supremo de Justicia y la posibilidad de que los jueces inferiores pierdan sus cargos cuando dicten sentencias desfavorables contra el gobierno. Por su parte, la ley mordaza obliga a la prensa a adoptar la autocensura, en tanto que los voceros oficiales no tienen límites en sus ataques contra la oposición, siendo tan precaria la situación de los medios que «Reporteros Sin Fronteras» ha afirmado que «nunca fueron tan altos los riesgos a que se exponen» los que critican al gobierno venezolano. Y, por si esto fuera poco, el congelamiento de los precios, la fijación de la tasa de interés bancaria y las expropiaciones directas e indirectas mediante decretos presidenciales son una contante amenaza contra la propiedad privada.

En el ámbito de las relaciones exteriores, las acciones de Chávez tampoco pueden ser ignoradas. Usa la ayuda petrolera como arma política para crear dependencia en Centroamérica y el Caribe. Suministra el 20% de los ingresos de Cuba mediante ayuda directa. Apoya movimientos militares y golpistas en toda América del Sur. Y compra armas constantemente: el último pedido conocido incluye 100,000 fusiles AK-47 y US$6,000 millones en aviones de combate, helicópteros, naves y sistemas de radares. Como se ve, Chávez no es cosa de chiste.

Por todo lo anterior, hay que tomar en serio a Chávez. Principalmente la izquierda democrática, la socialdemocracia, la izquierda moderada. Regímenes como el de Lula da Silva en Brasil y Ricardo Lagos en Chile. Gobiernos comprometidos con la austeridad fiscal, la estabilidad macroeconómica y la apertura a los mercados globales. Gobernantes a quienes sabe a rayos la retórica irresponsable, histérica, dictatorial, populista, antioccidental, antinorteamericana y anticatólica del chavismo. Esa izquierda, desde los tiempos de Stalin hasta la época actual, ha sido el peor enemigo de la socialdemocracia, como bien nos advirtió hace tiempo ese gran venezolano llamado Rómulo Betancourt.

Hasta el momento los únicos que han tomado en serio a Chávez son los miembros del ala radical del anticastrismo, lo cual contribuye aún más al descrédito de la oposición a Chávez. Pero la adopción de una retórica tan descabellada como la chavista no es la mejor manera de enfrentar a un régimen que es una amenaza no sólo para los venezolanos sino para la seguridad hemisférica y regional. Se requiere actuar con la calma bajo presión necesaria para evitar un eventual conflicto de Bolivia y Perú con Chile o de Venezuela con Colombia. Son conflictos que parecen de ciencia ficción como el alocado plan de Fidel Castro de invadir el Chile de Pinochet desde el Perú de Juan Velasco Alvarado. Sin embargo, sólo la continua y paciente labor diplomática a través de la OEA, la ecuanimidad de México, Brasil, Argentina y Colombia y la defensa de los derechos humanos al interior de Venezuela impedirá el inicio de una guerra latinoamericana.

Nada que no haya sido anunciado por los nazistas ocurrió en Alemania y Europa en los tiempos de Hitler. Pongamos atención a lo que Chávez dice porque lo que dice es el anuncio de lo que hará.

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