¿Tomar decisiones o dejarse guiar?

¿Tomar decisiones o dejarse guiar?

                     El jardín del mundo no tiene límites, excepto en tu mente.

Su presencia es más bella que las estrellas,

es más clara que el espejo de tu corazón.

Rumí.

 La mayoría, mostramos nuestro grado de madurez y crecimiento al tomar decisiones saludables, frente a los asuntos de nuestras vidas. Una manera de entender de dónde proviene la decisión tomada, es por lo que produce en nosotros. Cuando la decisión proviene de nuestra sintonía con la vida, los efectos suelen ser positivos, nos sentimos relajados y seguros.

En cambio, cuando nos sentimos confundidos, indecisos y con miedo, la decisión suele provenir de la mente y el resultado suele ser negativo. Las alternativas permanecen abiertas, y la mente sigue moviéndose de un lado para el otro, generando así el conflicto.

El conflicto surge porque nuestro cuerpo material no puede escapar del presente, se encuentra siempre aquí y ahora, en cambio la mente no. Esa disonancia nos genera conflicto o malestar. El cuerpo solo puede respirar aquí y ahora, no puede respirar el aire de ayer ni el de mañana. Respiramos momento a momento. Sin embargo, difícilmente la mente se queda en el ahora.

Frecuentemente, la mente está secuestrada en el pasado y cuando logra liberarse de él, suele irse al futuro. Esta separación entre el cuerpo (que está en el presente) y la mente (que está en el pasado o el futuro) genera ansiedad, dolor, angustia y tensión. El cuerpo no puede hacer el trabajo solo, y la mente casi nunca está con él para ayudarle.

Si el nivel de conciencia aumenta, el significado del pasado cambia y, como el árbol se juzga por sus frutos, si los frutos cambian el árbol también. Podemos cambiar nuestro pasado, entenderlo mejor. Cristóbal Jodorowsky dice: “El hombre recuerda fácilmente que es hijo del pasado, pero suele olvidar que es padre del futuro”.

En un taller de tarot propuso un ejercicio que consiste en situarse en el “yo realizado” (Arcano XXI; El Mundo) y, desde ahí, hablarle al “yo del presente” que tiene todas las posibilidades a su alcance (Arcano I; El Mago). De este modo, traemos al presente, de la manera más positiva y esperanzadora, los deseos que aun no hemos realizado materialmente.

Si la mente no está en armonía con el cuerpo, solamente conoce el pasado y el futuro. Jodorowsky dice: “La palabra perro no muerde”. Para la mente que no esta sintonizada con el cuerpo, el presente es tan sólo una palabra, pero no lo conoce ni lo experimenta. En el inconsciente están las cosas que tienen que ver con el pasado, lo positivo y lo negativo. En el supraconsciente está la llamada del futuro.

Vivimos en los tres tiempos (en el pasado, en el presente y en el futuro): en lo que fuimos, en lo que somos y en lo que seremos. La posibilidad de conectar con los tres nos llega de la dimensión espiritual, en la que todos los tiempos se funden en un eterno ahora. Dios solo está en el presente. Si tenemos que tomar alguna decisión importante, ayuda muchísimo enfocar la atención en nuestra respiración. Esta es una de las mejores maneras de traer la mente al presente. Si estamos atrapados en pensamientos obsesivos o preocupantes, observar nuestra respiración es de gran ayuda…poco a poco empezaremos a respirar más lentamente, sin hacer esfuerzos. En ese momento de serenidad es cuando la mente se acerca al cuerpo.

Al hacerlo lenta y pausadamente, de pronto surgirá la decisión adecuada. Lo que surja es indiferente, lo importante no es cuál es la decisión, sino de dónde surgió. Si viene de la cabeza, nos dará problemas y sentiremos culpa y/o arrepentimiento. La decisión que viene de la mente no es placentera, y muchas veces, puede ser incluso dolorosa.

Decisión (de-cisión) es una separación, y todas las separaciones duelen. La mente nos separa continuamente de la realidad, y se queda secuestrada en el pasado o anhelando estar en el futuro. En cambio, cuando la decisión surge de nuestro ser espiritual, no importa cual sea, sentiremos serenidad, gozo y certeza. La persona sintonizada con el presente atrapa un momento único que no conoce el arrepentimiento. No le interesa cambiar su pasado ni sus recuerdos, y tampoco prepara su futuro. En el presente vivimos la dimensión de la Gracia y el Milagro. En el espíritu no hay libre albedrio, solo existe el asentir a la voluntad divina. Entonces no hay decisión, sino “guía”.

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