Es evidente que fueron poco profundas y contradictorias las valoraciones hechas por la Organización de Estados Americanos-OEA- al proceso electoral recién celebrado en  República Dominicana.

En ese informe se nota, además, mucho acomodo y poca agresividad en el manejo de elementos vitales que afectaron sensiblemente el proceso.

Da la impresión que los miembros de la entidad internacional lo que buscaron simplemente fue calmar los ánimos de una oposición que, al final de la jornada, empezaba a denunciar las vulgaridades del partido de Gobierno e, incluso, la posible orquestación de un fraude.

Preocupa extremadamente ver cómo los organismos internacionales encargados de velar por el buen funcionamiento de la democracia se han mantenido sumamente tímidos ante lo que está ocurriendo en nuestro país.

Aunque el Partido de la Liberación Dominicana-PLD – ha salido triunfante, noten ustedes que más de la mitad de los ciudadanos en capacidad de sufragio no votó. Esto habla de un rechazo y de una desilusión contra este Gobierno y contra los políticos del país.

Y la parte que votó por el PLD lo hizo porque hay casi dos millones de ciudadanos que son beneficiados por el Gobierno. Y ni hablemos de la empleomanía.

Parece que las entidades internacionales no tienen ojos para ver que tenemos a un Presidente de la República que hace uso del poder del Estado para neutralizar los partidos políticos y doblegar la conciencia del pueblo de manera barata, pues no se trata de presentar una propuesta profunda para la eliminación de la pobreza y producir cambios sustanciales en la condición de vida.

Desde que Leonel Fernández entró al escenario de la política dominicana, la oposición y el sistema partidario languidecen.

¿No es eso peligroso y un mal ejemplo para toda América Latina?