Toquen esa tecla

Toquen esa tecla

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
A los políticos más les vale ser de actuaciones limpias, especialmente si manejan o han manejado fondos públicos. Es aquello de a la mujer del César no le basta con ser honesta sino que también debe parecerlo. Urtica que se repitan de manera trágica los hechos históricos en una nación como la nuestra potencialmente tan rica y tan pobremente administrada.

Provoca ira que frente al permanente espejo del pasado, las imágenes que reproduce, cuando se trata de políticos que se colocan enfrente, sea la de demonios ambiciosos, preñados de malas intenciones, insaciables en el traslado de fondos públicos a patrimonios privados que no soportan una auditoría de principiante en Contabilidad.

Truchimanes expertos en tejemanejes hacen figurar a parientes lejanos como dueños de bienes que nunca soñaron tener, mientras ellos conservan acciones al portador que los identifican como los verdaderos dueños de esos frutos de la corrupción.

Una y otra generación llega al poder y muchos de sus miembros repiten las mismas mañas de «confundir» lo del erario con sus escasos haberes hasta que los convierten en bienes propios.

Todo ello sin que haya una sanción en un país donde todos nos conocemos y sabemos que muchos políticos van a los partidos en busca de oportunidades de obtener posiciones que les permitan llenar sus bolsillos sin ningún rubor, porque nunca tuvieron vergüenza.

Mientras, la corrupción es tal que el pueblo dominicano entiende que sus hombres públicos son arribistas, oportunistas, logreros y farsantes que hablan un lenguaje de decencia mientras a ojos vistas exhiben lujos y bienes que no se adquieren de manera tan rápida sin que haya muchas acciones dolosas en el camino.

Un porcentaje creciente de personas cree cada vez menos en la palabra de Presidentes que hablan una cosa hoy y hacen otra mañana sin siquiera un sonrojo, en un ejercicio cantinflesco de aquella frase que reza: «cuando digo digo no digo digo sino que digo Diego».

Cada vez la gente ve a mayor distancia y con menos credibilidad arzobispos, obispos y sacerdotes más apegados al poder terrenal que a la solidaridad con sus correligionarios.

Hace tiempo que se perdió la confianza en que los jueces de los Tribunales de la República actúan conforme a lo que ordenan la Constitución y las leyes. Y, lamentablemente, en muchos casos una sentencia de la Suprema Corte de Justicia es objeto de cuestionamientos válidos de cualquier persona con dos dedos de frente.

La situación nacional es gravísima y no se ve una salida fácil al atolladero creado por la corrupción que salpica uno y otro nivel de la sociedad.

La falta de confianza es un resultado directo de la falta de transparencia.

No tengo documentos que me indiquen que el doctor Leonel Fernández Reyna o el ingeniero Miguel Vargas Maldonado se han enriquecido ilícitamente con bienes del Estado, en una de las muchas formas que hay para hacerlo.

Entonces, si tanto Leonel Fernández como Miguel Vargas han actuado correctamente para acumular fortuna ¿qué de malo hay en debatir el origen de los bienes de ambos hombres públicos?

¿Es que hay interés en que se crea que uno de los dos, o los dos, son deshonestos?

El país necesita que, primero,  se toque esa tecla y luego se escuchen las notas de todo el teclado cuando la justicia investigue el origen de tal rapidez en la acumulación de dinero de carajetes que ayer no tenía un palo para recostarse a morir y hoy son potentados.

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