Tormentas, huracanes y sequías, ¿con cuál me quedo?

Tormentas, huracanes y sequías, ¿con cuál me quedo?

Mis nietos, al igual que yo, relacionamos los huracanes, las tormentas tropicales y los fenómenos que solemos ver en la parte del planeta donde estamos ubicados, el trópico, con el inicio de las clases. No se me olvidan las veces que a principios de septiembre llegaba empapada de agua, y algunas ocasiones sucia y golpeada por los “estrellones” que sufría con las flores mojadas y resbalosas producida por las intensas lluvias.
Recordamos que en mayo siempre llovía intensamente en las tardes, ese patrón ha ido cambiando y tenemos que conformarnos con esperar el caluroso verano que, si no fuera porque coincide con la temporada de huracanes, muriéramos literalmente del calor. Esta afirmación la hacía siempre el desaparecido colega Danilo Rodríguez, cuando fue director de Meteorología.
Cuando tenemos temporadas de mucha lluvia, o tormentas como Noel y Olga en el 2007, nos preocupamos por las pérdidas, pero a fuerza de experiencias y prácticas, hemos aprendido que las aguas realmente pagan sus daños.
Cuando pasó el ciclón George el 22 de septiembre de 1998, al mes estaban reverdecidos todos los árboles, hubo una especie de poda de estos, que al parecer las plantas reclamaban, no parecía que había pasado un huracán en octubre de ese año, y en noviembre se había revertido todo, al extremo de que el turismo no fue afectado por el fenómeno.
Las lluvias llenan las presas, los ríos, abonan los campos, la producción de alimentos se incrementa y son una bendición según los agricultores.
Eso no lo podemos decir de la sequía. Un estudio sobre el fenómeno presentado como tesis de maestría en el University Collegede Londres, por Mayleen Cabral, y que fuera replicado en el Primer Foro Nacional Sobre Consumo Responsable, auspiciado por el ONPECO en junio de este año, hizo un repaso por todos los periodos de sequía que hemos atravesado y concluyó que para la economía la sequía es el peor enemigo que tiene el país.
Los daños causados por los huracanes jamás se podrán comprar con los de la sequía, dice la experta, que, a corto, mediano y largo plazo, los de la sequía son realmente catastróficos porque además de las pérdidas en la producción genera desconcierto y se desvanecen las esperanzas de muchos emprendedores e inversionistas en el sector productivo.
El estudio de referencia refrescó el año de la peor sequía en la historia dominicana, 1944, se le llamó “el centenario “por la coincidencia con el primer centenario de la independencia de la República. Para la época se secaron todos los ríos, se arruinó toda la producción de alimentos y la gente pasó mucha hambre.
Como el periodo coincidió con la Segunda Guerra Mundial a este país no llegaba nada, había que comer necesariamente lo que aparecía. El plátano, que era prácticamente la base alimentaria, desapareció por la falta de agua, se cambió por maíz y este cereal también sufrió los embates de la sequía.
Datos sobre la sequía del centenario revelan la vulnerabilidad de vivir en una isla: dos barcos que venían con mercancía desde Estados Unidos, ese país lo desvió a los países en guerra y dos barcos de Trujillo fueron hundidos por los alemanes. Imagínense el drama, y podríamos sufrirlo de nuevo si no asumimos un plan de contingencia para garantizar la producción sustentable del país.
Los fenómenos de la lluvia y la sequía ocurren independientemente a las innovaciones tecnológicas, a la cuarta revolución y otras novedades de la era, pero el ser humano tiene una necesidad básica de alimentarse, si la misma está en riesgo peligra la vida y todo lo demás.

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