Torpeza policial increíble

Torpeza policial increíble

El  23 de noviembre agentes de la Policía Nacional escenificaron el acto más torpe e increíble que agentes del orden de cualquier sociedad hasta menos civilizada que la nuestra osaran cometer tan públicamente en contra de un ciudadano señalado como un delincuente.

Los policías, al mejor estilo mejicano, hicieron uso indiscriminado de sus armas de fuego para asesinar a un supuesto delincuente desarmado cuando salía del hospital de los billeteros, después de someterse a exámenes médicos.

Se sabe que la policía, bajo el alegato del indetenible aumento de la violencia y que están en desventaja ante la oleada de delincuentes jóvenes que cada día salen a las calles a asaltar o matar, deben tratarlos con mano dura, lo cual tiene las simpatías de mucha gente, ya que así puede considerarse que se frenan los temores y se mantienen a raya a los antisociales.

Es inaceptable para la ciudadanía que se haya llegado al extremo de asesinar a un joven, que si bien se ha señalado como un delincuente, en el suceso del  lunes 23 de noviembre, andaba desarmado y en procura de su salud. Por lo tanto, exigir que se castigue ejemplarmente a esos agentes del orden es arar en el mar y esperar mucho de una institución en que los supuestos castigos a sus agentes gatillos alegres, casi nadie los creen.

Posteriormente la Procuraduría dio a conocer los resultados de la investigación llevada a cabo para determinar la actuación de los agentes policiales que exterminaron a dos de los supuestos secuestradores del joven de Nagua, confirmado como una vulgar ejecución de personas ya detenidas.

Es verdad que la mano dura policial se asimila como un mal necesario, pero la frecuencia de tantos intercambios de disparos, de tan extraña ocurrencia, están empujando a una buena mayoría de la ciudadanía hacia un repudio del cuerpo del orden, llevando a muchos a un desencanto por el mismo, que se adhiere tan decididamente a sus expeditos métodos de la eliminación física para reducir el número de los antisociales, con el aplauso de los sectores que tienen mucho que perder, si la delincuencia continúa arropando a la sociedad dominicana.

La sociedad parece estar adormecida ante tantos crímenes que comete un sector policial que se ha especializado en la eliminación física de los delincuentes. Pero la elevada frecuencia de esa labor profiláctica conlleva a que ver a un agente del orden al lado de un persona en cualquier calle, es para que de inmediato se tema lo peor para verse amenazado por ese agente, en que su nivel cultural están conformados para llevar a cabo acciones radicales de exterminio.

Algo no anda bien en el adoctrinamiento y entrenamiento policial cuando ya es una costumbre que se dispara por el más mínimo motivo, sin proceder a utilizar los métodos que supuestamente les son impartidos durante su preparación. Parece existir cursos en las escuelas policiales que se han programado en recurrir a la agresión para acabar con quienes se identifican como personas fuera de la ley. El resultado son los baños de sangre que dejan a tantas familias adoloridas y sin esperanzas de que se castigue ejemplarmente a los policías amantes del maltrato a los civiles.

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