Torpezas bilaterales que erosionan la confianza

<STRONG>Torpezas bilaterales que erosionan la confianza</STRONG>

Desde el contencioso comercial entre los dos países de la isla en el año 2008 relativo a la existencia de la gripe aviar H5N2 y por consiguiente la prohibición de la importación en el territorio vecino de los productos avícolas dominicanos, los técnicos de ambas partes habían acordado, como alternativa de salida a la situación,  un protocolo que incluía un elemento fundamental, la certificación internacional de las empresas interesadas en mantener sus operaciones en Haití.

Alegando la informalidad con la cual los intercambios comerciales se realizan en los puntos fronterizos, la parte dominicana nunca cumplió con ese compromiso durante cinco años,  al igual que Haití en otros aspectos de la agenda bilateral.

Es comprensible que las traumáticas experiencias del terremoto y del cólera,  mantienen en un estado de alerta a las autoridades haitianas. Lo cual pudo haber provocado la precipitada decisión de  veda, el pasado 6 de junio, de los mismos productos citados arriba.  Esta controversial medida, según los oficiales haitianos, se origina por una confusión, a partir de informes de prensa y de la embajada haitiana en Santo Domingo, respecto al tipo de gripe detectado en la actualidad en territorio dominicano.

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Tras el brote de la gripe aviar H5N2, técnicos de ambos países abogaron por un protocolo para el intercambio comercial.

Indudablemente, causó  extrañeza del lado dominicano que se reconozca que no haya gripe aviar a  la vez que se recuerda que hay una veda vigente cuando se sabe que los huevos y pollos se vendían sin restricciones en Haití, particularmente después del terremoto de enero del 2010. Ni siquiera fueron mencionados en el irreflexivo anuncio de cierre de los mercados binacionales de junio del 2012, desde Puerto Príncipe. Por ende, las especulaciones llovieron.

Es más, el contexto y el carácter unilateral de la disposición haitiana, provocaron un entendible malestar en la República Dominicana.  Empero,  las virulentas reacciones de corte nacionalista desde diversos sectores dominicanos, particularmente de altos funcionarios -actuales y pasados- que intentaron desconocer el derecho de los dirigentes haitianos a tomar las medidas que entienden adecuadas para proteger su población o sus productores, hasta llegar a denigrarlos al tratarlos de ingratos,  y con ellos el pueblo haitiano en general, provocaron a su vez reacciones similares en Haití. Los dos gobiernos recibieron respectivo respaldo  de acuerdo a supuestos “intereses nacionales”.

Por su lado, tal como lo han hecho en otras ocasiones, los choferes de transporte de carga transfronterizos, los actores del sector avícola que representan tan solo entre 5 y 7% de los intercambios comerciales binacionales, apoyados por figuras políticas y algunos directores de opinión han promovido acciones tendientes al cierre de la frontera,  una posibilidad   inteligentemente descartada por el Jefe de Estado dominicano. Se entiende que es una idea descabellada que se transformaría en boomerang para la República Dominicana, y afectaría de igual forma al país vecino. El interés estratégico es superar el impase para no perjudicar otros sectores exportadores.

A diferencia del manejo de este dossier por la embajada dominicana en Puerto Príncipe, con una misión diplomática que parece acéfala  en Santo Domingo, Haití no pudo ni supo explicar en la opinión pública las razones técnicas del mantenimiento desde 2008 de la veda y su reafirmación hoy. Tampoco aclaró que el Consejo de Ministros en el cual el tema sería discutido no se ha dado por mala fe, sino por la situación política interna haitiana. Dejando, entre otros efectos, crecer una animadversión contra la comunidad haitiana en el país a través de reiterados llamados a una repatriación masiva.

En medio de las mutuas torpezas e incomprensiones, la petición  oficial dominicana durante las recientes negociaciones, del levantamiento de la veda, “sin condiciones” de parte de Haití, fue mal digerida en Puerto Príncipe. Mientras,  las comunidades fronterizas interdependientes  son las primeras que pagan el costo de una falta de voluntad política de abordar de manera realista,  y concluir acuerdos desde el espacio de diálogo llamado Comisión Mixta bilateral,  en los campos más conflictivos de la agenda domínico haitiana, migración y comercio.

Más allá de las poses diplomáticas, el impacto mayor de esta situación es la erosión de la confianza. Es propicio que ambas partes se abocan a reconstruir sus relaciones. A mi juicio, en las circunstancias actuales, el primer paso debería venir desde el oeste con una llamada telefónica  del presidente haitiano a su homólogo dominicano.

*El autor es sacerdote anglicano, antiguo funcionario haitiano en la RD y actual director de la Fundación Zile, organización binacional de promoción de la solidaridad y la cooperación insular.

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