Torpezas políticas y burocráticas

Torpezas políticas y burocráticas

La pasada semana concluyó con noticias de gran impacto en la nación con efectos conmovedores por el significado de las mismas. Desde hace algún un tiempo se esperaba el lamentable deceso de un gran combatiente político reconocido por su valor de no evadir desafíos y decir las cosas por su nombre.
Hatuey Decamps falleció el pasado viernes en la noche doblegado por un cáncer devastador que por varios años fue mermando sus energías hasta derrotarlo. El país perdió un gran valor político que si cometió errores y exhibió virtudes se combinaron para conformar un gran pensamiento, coherente y franco, así como un amigo leal.
Mientras los sentimientos humanos se conmovieron por ese deceso, las torpezas previas de funcionarios del gobierno precedieron a ese infausto hecho. El flamante ministro de Industria se estrenó, siguiendo su acostumbrada posición de predicar el aumento de la carga fiscal a los dominicanos, con un irracional incremento de los precios de los combustibles que desbordó todos los topes de la prudencia y de la política correcta de administrar por dosis las agresiones fiscales al bolsillo de los consumidores. Tan solo para acumular ingresos y hacerle frente al crónico e irremediable déficit fiscal. Además no guardaron relación con el aumento en los precios internacionales del barril de petróleo.
Si escandaloso fue el aumento de los combustibles y muy lamentable la muerte de Hatuey, más increíble e ilógico fue el allanamiento agresivo a tres importantes de centros de salud de la región oriental del gran Santo Domingo. Todavía la opinión pública no se recupera de su asombro de esa absurda acción bajo el alegato que había indicios de que se estaba comercializando con órganos humanos.
Los allanamientos realizados en horas de la noche, estilo una acción relámpago en busca de drogas de la DNCD, está marcado por una inmadurez y falta de lógica. El objetivo era atrapar a los infractores in fraganti con el uso de los equipos de cirugía especializados para tales menesteres. Ese procedimiento requiere de una logística, planificación y equipo humano muy especializado que muy pocas clínicas podrían llevar a cabo en el país. Tan solo centros bien equipados como Cedimat o el HOMS de Santiago podría ser sede para tales intervenciones.
Entonces, las autoridades judiciales para lavar la cara y sin justificar apropiadamente la acción al país, prefirieron darle las espaldas de un hecho que pudiera tener repercusiones legales perjudiciales para el gobierno. Ese proceder draconiano impidió por varias horas la atención de enfermos en cuidados intensivos e impedir las visitas de los familiares de pacientes que estaban internos. Por igual se interrumpieron las consultas y ni el personal de apoyo de los tres centros tuvieron acceso a sus lugares de trabajo. El proceder fue con un secretismo absurdo en un país tan abierto para conocer al cojo sentado y al ciego durmiendo.
Y 24 horas después se desvanecen las ocupaciones y se marchan las autoridades con su carita fresca, y con el mismo sigilo que llegaron a las siete de la noche del pasado miércoles. Y las autoridades en su desparpajo olímpico en contra de la ciudadanía hacen filtrar por los medios que era buscando evidencias de los denunciados trasplantes de órganos.
Se ha afectado la credibilidad de tres centros médicos muy reputados en la parte oriental de la ciudad. Y el cuerpo profesional sufre en carne propia de las dudas generadas por las autoridades que precipitadamente y eufóricas creyeron que habían encontrado un botín de pruebas y datos para documentar un buen caso legal de trasplantes de órganos.
Además, por el complejo de gancho que está siempre presente en el pensamiento de los dominicanos, las dudas se sembraron. Tomará tiempo revocar esas creencias de la seriedad y calidad de los servicios médicos privados en la región oriental de la ciudad. Todo por culpa de funcionarios judiciales muy acelerados y buscando protagonismo hasta para hacer creer la fama de eficientes de que habían dado muestras de ocasiones anteriores. Todo para hacer crecer su nicho de eficiencia judicial, trepando por encima de la desgracia ajena.

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