Torre de papel: Miguel Phipps y el Reino de los Cielos (1 de 2)

Torre de papel: Miguel Phipps y el Reino de los Cielos (1 de 2)

DIÓGENES VALDEZ
Todo ser humano aspira a trascender en el tiempo y que la posteridad recoja su nombre de una manera digna. Muchos son las maneras para obtener tal reconocimiento. Miguel Phipps ha escogido el camino más difícil para grabar su nombre dentro de la literatura dominicana de la contemporaneidad, porque es el camino que tiene que ver con la bondad y los sentimientos más puros; en resumen, con el de la sublimidad, y nada resulta más cierto que aquellas palabras que una vez escuchara de labios de ese gran poeta de la patria, y de América, que se llamó Franklin Mieses Burgos cuando una vez sentenció que “de lo sublime sólidamente escriben aquéllos que lo son”.

Miguel Phipps es un escritor sublime y el suyo es un caso excepcional, porque en nuestro medio literario no son muy profundas ni muy antiguas las huellas plasmadas en el terreno de la literatura infantil. Tan sólo hace unos años que un reducido grupo de escritores dominicanos ha hecho conciencia de la necesidad de crear una literatura destinada a los segmentos más jóvenes y por tanto, menos contaminados de la sociedad. Entre estos escritores, el autor citado ocupa un lugar de verdadera importancia dentro del panorama de la literatura infantil de la República Dominicana.

Muchos son los retos que debe enfrentar el creador de ficciones para niños. En lo particular miro con envidia a todos esos hombres y mujeres que, con coraje inusitado, sin más protección que su propio talento y su amor a los niños, se aventuran por senderos llenos de obstáculos, con el único propósito de arrancar de los labios inocentes una sonrisa, o de ayudar a un niño a construir un hermoso sueño que en el día de mañana podrá recordar con alegría cuando se convierta en adulto.

Pero ya que hablamos de obstáculos, ¿cuáles son éstos?

Para un escritor adulto es fácil comunicarse con los de su misma edad, porque existen una psicología y una serie de vivencias comunes que facilita la interacción entre ambos. Ninguno de estos recursos están presentes en el trabajo del escritor de ficciones infantiles. Más bien es todo lo contrario. Lo primero que tiene que hacer dicho escritor es “recuperar la inocencia”, para poder establecer un canal de comunicación con sus pequeños lectores, pero esa debe ser aquella que se perdió con el andar del tiempo y que es tan peculiar en los niños.

Tan especial es dicha inocencia, que ésta les hace construir y asimilar las más hermosas fantasías. Necesariamente hay que volver a ser niño para poder escribirle a los niños, y no basta con recuperar su inocencia, también hay que reencontrarse con aquel lenguaje sencillo y hermoso con el cual esas pequeñas y encantadoras criaturas se comunican entre sí, y con nosotros los adultos, porque su sistema de comunicación está fundamentado en una sola meta: la verdad.

De lo anterior se colige que el escritor de ficciones infantiles tiene que ser veraz. Puede crear la más estrambótica de las fantasías, pero debe hacerlo, siempre, apoyándose siempre en la verdad. De esta sola condición se llega al convencimiento de que la escritura para niños es sumamente difícil. Tal vez porque tendría un carácter de dogma, aquella expresión que dice, “que los niños siempre dicen la verdad”. Y es en correspondencia a dicha expresión que nosotros, los que ya hemos alcanzado “la edad de la razón”, para decirlo con palabras de José Martí, alguien que no sólo amó profundamente a los chicos, sino que muchas de sus páginas más hermosas están dedicadas a ellos. Por eso, el escritor de literatura infantil está obligado a hablarle a los niños desde la verdad y con palabras llenas de sabiduría.

Escribir es una forma de hablar y por tanto, de comunicarse. La palabra escrita tiene un sentido histórico y a la larga se constituye, en un documento que servirá de análisis para los hombres del mañana. Por eso hay que tener cuidado cuando se escribe y para quien se escribe.

Miguel Phipps ha realizado la proeza de publicar al mismo tiempo, cuatro títulos dedicados al denominado “público infantil” y de continuar por este sendero, trabajando con el mismo empeño y dedicación, podría estar cercano el día en que las obras de este autor se citen junto a la de los grandes escritores del género infantil en lengua castellana, como Iriarte y Samaniego.

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