Toxina botulínica  más allá de la belleza

Toxina botulínica  más allá de la belleza

La toxina botulínica, una de las sustancias de uso cosmético más famosas, tiene usos mucho más benignos que la desaparición de las arrugas faciales. De arma química –las primeras investigaciones sobre la toxina tuvieron este fin- pasó a ser una alternativa para mejorar significativamente la calidad de vida de algunos pacientes con enfermedades delicadas.

Los más beneficiados son los pacientes con trastornos de movimiento, en los que la toxina muestra un mayor potencial de acción. La toxina botulínica es hasta ahora la sustancia más efectiva en el tratamiento de la espasticidad y la distonía, dos trastornos en los que el paciente pierde control de ciertos músculos, provocando inamovilidad, torceduras o movimientos repetitivos.

Es lo que explicó el médico rehabilitador y fisiatra Buenaventura García Chaljub,   quien aseguró que el tratamiento con toxina botulínica para estos cuadros “significa un ahorro en costos de salud y un aumento notable en la calidad de vida”.

¿Para qué sirve la toxina botulínica? La espasticidad es consecuencia de una lesión del sistema neurológico central. Puede ocurrir después de un accidente cerebro-vascular, un trauma craneano, trauma en la médula espinal o enfermedades como la parapesia espástica tropical, una enfermedad de transmisión sexual.

“Se manifiesta con una rigidez incontrolable de los músculos y con movimientos automáticos que el paciente no puede controlar. Los pacientes con espasticidad tienen dificultad para tragar, y harán frecuentemente neumonías. Tendrán dificultad para caminar, y se calcula que un paciente con espasticidad gasta casi el 50% más de energía para dar la misma cantidad de pasos que un paciente que no la tenga. Tendrá trastornos para funcionar con su mano, no podrá alimentarse solo, no podrá asearse, vestirse o escribir… si tienen espasticidad a nivel del aparato urinario, tendrán incontinencia o les será imposible orinar”, explica García Chaljub.

En un estado avanzado, un paciente con espasticidad tendría dificultad incluso para sentarse y presentaría una postura anormal.

Pero este cuadro podría cambiarse significativamente con la aplicación de la toxina botulínica. “Se aplica como una inyección intramuscular, llevando con una aguja la toxina botulínica directamente al vientre muscular. Esto se realiza con una dosis muy protocolizada, con una evaluación completa del paciente. En un minuto se pueden ver los resultados”, aseguró el médico, director del centro REHAB.

Este tratamiento también es eficaz para la distonía, enfermedad que “consiste en movimientos que parecen de reptación y que no tienen que ver con rigidez. Son los pacientes que tienen un gran tic en los ojos y también es propia de una alteración neurológica”.

Otro uso importante de la toxina botulínica es para tratar el dolor en pacientes con dolores musculares como el dolor miofascial de columna, dolor miofascial de hombro, así como en deportistas con síndrome del piramidal o piriforme.

¿Cómo se aplica? Según el especialista, la toxina botulínica para estos fines nunca se aplica antes del segundo mes después de la primera inyección. Se puede hacer una vez por año, una vez cada 7 u 8 meses en función de la evolución.

Pero no está disponible para todo tipo de pacientes. “Hay pacientes que tienen contradicciones absolutas para el tratamiento: los que han tenido botulismo, los que son alérgicos a la toxina, los que están infectados, que tienen la piel lesionada, que tienen alguna enfermedad inmunitaria”, señala el médico fisiatra. Los pacientes que ya tienen mucho tiempo con espasticidad, tampoco aplican para el tratamiento, pues sus articulaciones están congeladas y no responderían al tratamiento.

En cualquier aplicación debe ser continuada con un procedimiento de rehabilitación.

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La toxina botulínica

Es producida por la bacteria Clostridium Botulinum, un microorganismo muy resistente, capaz de soportar incluso altas temperaturas. La intoxicación con la toxina botulínica produce botulismo, una grave enfermedad cuyo síntoma más característico es la pérdida de la sensibilidad y actividad muscular. Esta infección ocurre cuando la persona ingiere las esporas de la bacteria, que se encuentran más frecuentemente en productos mal enlatados o mal conservados, aunque también el contagio se puede dar por el contacto de una herida abierta con agua contaminada. Su uso debe ser  realizado por médicos experimentados. Una dosis incorrecta provocaría botulismo, dejando al paciente una parálisis.

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