Trabajadoras domésticas y desigualdad social

Trabajadoras domésticas y desigualdad social

Las trabajadoras domésticas son un actor invisible en el hogar dominicano, a pesar de ser parte de la estructura familiar, no se le reconoce como tal. Sin embargo, tiene peso en las relaciones al interior de la misma.

La presencia de las trabajadoras domésticas en los hogares de estratos medios genera unas relaciones internas con la mezcla entre familiaridad y discriminación social.

La trabajadora doméstica no recibe el trato de “empleada” en tanto sus horarios y salarios no están regulados sino que varían en cada hogar según las decisiones que tengan los/as jefes/as de hogar sobre ello.

Las trabajadoras domésticas no están conscientes de sus derechos para reclamar mejores condiciones salariales. La pobreza y la marginalidad afecta esta posibilidad, muchas mujeres de los barrios y campos del país tienen esta como única opción de fuente de ingresos o para estudiar en el caso de las jóvenes migrantes de la zona rural. 

En la presencia de las trabajadoras domésticas en el hogar encontramos un continuo roce de relaciones de desigualdad social que se expresan en su exclusión para compartir espacios como la comida en la mesa y los espacios de fiesta-encuentro familiar. Las expresiones de discriminación se explicitan también en el lenguaje con el uso de términos despectivos como “chopa” o “sirvienta”.  En algunos casos se produce  abuso sexual de hombres miembros del hogar hacia trabajadoras domésticas y se mantienen ocultos.

Otro elemento que explicita las diferencias de clases es la demanda continua y sin limites a “servir”. Esta lógica de servicio continuo que debe ofrecer la trabajadora doméstica representa una cierta continuación de la lógica servilista de la esclavitud.

Discriminación de género. La presencia de las trabajadoras domésticas en hogares de estratos medios y altos genera una reproducción de los roles tradicionales de género en su interior que se extienden de mujer a mujer. El hecho de que las mujeres estén insertas en el mercado laboral no ha generado un cambio al interior de las familias en la redistribución de los roles domésticos sino que integra a otra mujer que  los asume. La presencia de las trabajadoras domésticas reproduce al interior de los hogares de estratos medios y altos las relaciones desiguales de clase y de género en la cotidianidad. Las nuevas generaciones se alimentan de esta desigualdad social imperante en sus familias con la presencia de una trabajadora doméstica de estrato pobre que debe “servirle” a la misma. Muchas familias desconocen las condiciones sociales en que viven estas trabajadoras domésticas, sus familiares y su contexto social.

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