Trabajar y descansar

Trabajar y descansar

Quienes han tenido siempre que trabajar mucho, son también quienes disfrutan más de sus vacaciones. Las obligaciones laborales están sujetas a horarios regulares y urgencias periódicas, de las que difícilmente podemos evadirnos. El tiempo de nuestras vidas transcurre atado a un montón de rutinas ineludibles. Todos los seres humanos viven condenados a padecer los rigores del trabajo, las presiones impuestas por la necesidad. Pero los escritores sufren, por este motivo, mayores lastimaduras que los demás. Para ellos, dejar de mirar un atardecer es una frustración de los sentidos, una severa disminución de la vida interior. Los antiguos observatorios astronómicos tenían una especie de camastro acojinado, donde el astrónomo se “acomodaba” a mirar las estrellas.

Los poetas, escritores, pintores, fotógrafos, buscan afanosamente “un ángulo preciso para contemplar la realidad”. Ese ángulo es el ángulo artístico de cada artista. La luz tiene un espectro; y cada color del arcoíris un ángulo preciso de refracción. Pero los estudios físicos de óptica tradicional, no toman en cuenta la óptica particular de los poetas. Las “gafas” de los artistas son instrumentos “acomodaticios” para observar el mundo. Tal vez sean deformaciones de las córneas o desviaciones del eje de la visión. Quizás los poetas miren las cosas a través de las persianas especiales que son sus propias pestañas.
La vacación es una oportunidad para ver con más calma y comodidades: las estrellas del astrónomo, las montañas de la cordillera o el oleaje de las costas. El hombre de letras escribe sobre cualquier clase de papel, en condiciones penosas e incluso en la cárcel. Muchas de las grandes obras de la literatura universal, han sido escritas en medio de enormes tribulaciones. Pero todos los escritores sueñan con situaciones idílicas para dedicarse “por entero” a la literatura.
A menudo esa situación ideal no llega nunca; y el escritor se pone viejo sin disfrutar de ninguna temporada “sabática”. También ocurre que, cuando se tienen esos sueños vacacionales, ya la mayor parte de los escritores ha publicado sus libros principales. Descubren entonces que ya no producen muchas ideas nuevas; y lo que es peor, que han olvidado algunas viejas en las que se movían con gran comodidad. Trabajar todos los días es el único camino.

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