Trabajo infantil

Trabajo infantil

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Mamá me mandó donde el primo Ramoncito García Gautreaux para que aprendiera sastrería. El experimento se dañó cuando un sastre sin camisa, desdentado y con aliento a alcohol me mandó a comprarle dos cigarrillos. Luego el maestro Memesú Morales me enseño a enderezar clavos y a clavar y serruchar maderas, que era la primera tareas de los aprendices. Algunos niños ayudábamos a regar el café que secaba don Pedro Mercedes en donde luego se construyó el edificio del cine en la calle La Cruz, El Seibo.

Cuando la familia regresó a Barahona, me incorporé al grupo de niños del barrio que trabajábamos, duramente, puliendo los bancos de granito que fabricaba el maestro Carlos Lassis en el patio de su casa de la calle Nuestra Señora del Rosario.

Los pulidores incluían a Radhamés Lassis, hijo de don Carlos, David y Luis Eduardo (Dado) Vidal, Luis Vinicio Zafra y Montilla, Guaroa Urtarte, Rafael Figueres, Jaime Mota Nín, Cheíto y yo.

Salíamos de la escuela, almorzábamos y nos apresurábamos a llegar al trabajo, pulíamos y acariciábamos los asientos de los bancos para determinar si el trabajo estaba bien hecho. La mayoría de los bancos de granito de la península de Barahona, en la década de 1940 y 1950, salía de allí.

Tía Titín, la esposa de don Carlos, nos brindaba dulces de conservas hechos en la casa y refrescos y jugos de frutas. Esa pausa vale todos los recuerdos del mundo.

El sábado, sin falta, don Carlos pagaba y los niños gozábamos.

Ya para entonces el maestro Julio Gautreau me había designado como Tambor Mayor de la banda de música que él dirigía. Tenía, entonces, 12 años.

El trabajo disciplina, organiza, obliga, impone, enseña, dignifica, contribuye al bienestar, al orgullo, a que las personas aprendan que necesitan y deben prestar colaboración, a que adquieran independencia económica.

El trabajo es bueno, sano, aleja de los vicios y las perversidades, nos muestra el camino que debemos recorrer sin dobleces, sin traiciones, sin chismes, sin actitudes engañosas, con honradez, con seriedad, con solidaridad.

Cuántos hijos de ganaderos incipientes arrearon vacas en las madrugadas, antes de ir a las escuelas.

Cuántos hijos de empresarios se enfermaron realizando inventarios de productos menudos en la trastienda de los negocios de sus padres.

Desconozco si todavía se ejecuta el calendario escolar diferido que comienza después de la cosecha del café, si no recuerdo mal. ¿Para qué había ese calendario escolar diferido? Para que los niños ayudaran a sus padres en la recogida del café.

El trabajo infantil es malo cuando el pequeño trabajador es explotado con un horario de adulto, cuando se le impide ir a la escuela, cuando se le sancocha la infancia y la juventud. Forzándolo, abusándolo.

«Más que un medio de hacer fortuna, el trabajo es un medio de hacer dignidad», rezaba el letrero que siempre leía en el almacén de don Luis Delmonte, las tardes que me correspondió ir a comprar leche.

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