Trabajo, salud y educación

Trabajo, salud y educación

BIENVENIDO ALVAREZ-VEGA
Tuve la oportunidad de ver y escuchar por televisión la provocadora exposición del profesor Euclides Gutiérrez Féliz a propósito de los 40 años de Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana. Este libro, publicado en 1964, es una obra ciertamente singular. Es la visión de su autor, el profesor Juan Bosch, de la sociedad dominicana de 1961-1963 y su versión de los factores que provocaron su derrocamiento de la presidencia de la República.

El profesor Gutiérrez Féliz es un observador privilegiado de la sociedad y la política dominicana, sobre todo de las cosas relativas al profesor Juan Bosch. Su exposición, cargada de información, anécdotas, interpretaciones y una evidente pasión, lo demostró, una vez más.

Pero para los fines de estas notas me interesa recoger un juicio del doctor Gutiérrez Féliz que me parece particularmente interesante en esos momentos. Según dijo el charlista, para el profesor Bosch la democracia no era un palabra hueca, carente de contenido o significado. Para Bosch la democracia era, subrayó, trabajo, salud y educación.

Y dijo más: para Bosch no puede haber una democracia que no garantice al pueblo trabajo, salud y educación.

Este juicio del primer presidente democrático post Trujillo no ha perdido su vigencia. Es tan pertinente hoy como ayer. Quizás más, porque ahora se habla mucho de la democracia desde perspectivas muy complejas y enrevesadas. Los textos nuevos dedicados al análisis del fenómeno democrático suelen explayarse en itinerarios semánticos e ideológicos, en elaboraciones sobre la residencia del poder y en consideraciones dirigidas a establecer nexos entre la postmodernidad y la democracia y la globalización y la democracia.

Y se olvidan del ABC de la democracia, de su contenido, de su referencia al hombre y a la mujer de carne y hueso.

Es fascinante, y lo digno sin ironía, escuchar a nuestros bien documentados e inteligentes expertos en temas democráticos. Son personas de juicios siderales, de juicios que a uno le suenan y le parecen enjundiosos, pero cuya conexión con la realidad de una nación que puja por llegar a la modernidad uno no logra establecer.

Creo que hay que volver a Bosch. Creo que hay que volver a concebir la democracia con ese sentido tan sencillo y aparentemente elemental que tenía el profesor Bosch, según nos lo ha recordado el doctor Gutiérrez Félix. Una democracia que garantice trabajo, salud y educación.

Casi todos los estudios hechos en los últimos años sobre la democracia en América Latina apuntan a un descreimiento ciudadano de la misma. Y en el corazón de este fenómeno repercute un resultado incontrovertible: hasta ahora la democracia latinoamericana no ha servido para garantizar la satisfacción de las necesidades básicas de las familias de la región.

La democracia latinoamericana ha sido útil, en cambio, para 1) promover el enriquecimiento de la clase política y 2) para fomentar la concentración de capital en unas pocas manos empresariales que han sido muy hábiles para aliarse con la primera.

Estos hechos tienen que cambiar. La democracia latinoamericana, como régimen de organización social y política, tiene que reportar beneficios reales a los ciudadanos, tiene que hacer posible que en estas naciones queden resueltas las carencias que acogotan a las familias y tiene que detener la  expansión de la pobreza y sus consecuencias políticas, sociales, económicas y espirituales.

Los políticos dominicanos, por ejemplo, en tanto que “promotores” de los valores democráticos, deberían volver a las sencillas y útiles enseñanzas del profesor Juan Bosch. Deberían concretarse, desde el poder, en el diseño de políticas dirigidas a fomentar el empleo, la salud y la educación.

La tasa de desempleo de la República Dominicana supera el 16% de la población económicamente activa, pero el subempleo es más alto todavía. El sistema de salud, cuya existencia pone en duda más de un especialista, no podía ser más ineficiente. Y para tener una idea de cómo andamos en educación basta saber que el promedio de escolaridad de los dominicanos es del cuarto grado de primaria.

Hay que volver a esas ideas de Bosch que el profesor Gutiérrez Féliz trajo a la memoria de su auditorio. Para que la democracia sea considerada como tal tiene que garantizar a la población empleo, salud y educación.   
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bavegado@yahoo.com

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