Tradición de San Valentín

Tradición de San Valentín

Quién presagiaría a doña Isabel Drews que habría de ser famosa por buscarle marido a su hija Margarita! Esto ocurrió porque Isabel escribió a principios de febrero de 1477 a su pariente John Paston, diciéndole que su hija llegaba a edad casamentera. Fue una nota breve, del tipo a la que técnicamente llamamos una misiva. Ella bastó para que en lo adelante tuviera lugar la festividad popular de este día, entre tarjetas de mutua felicitación y regalos. Los ingleses son el pueblo de origen de esta evocación al amor y a la amistad.

La historia la he encontrado en la voluminosa enciclopedia “Vida de los Santos de Butler”, obra preparada por el sacerdote jesuita Herbert Thurston y por Donald Attawater. Las historias y biografías, a su vez, fueron tomadas de la obra original escrita por el sacerdote Alban Butler, casi trescientos años atrás. Por supuesto, la historia de la señora Drews es una referencia marginal, pues de lo que hablaron autor, renovadores y traductor fue de San Valentín. O de la confusión existente alrededor de este santo.

Vayamos, al margen de la historia y la leyenda que emergen alrededor de San Valentín, a la señora Drews. Antes, y para que lo dicho sobre San Valentín no despierte la curiosidad maligna, hemos de decir que, al parecer hubo dos sacerdotes con el mismo nombre durante los días de la persecución a los cristianos. Uno de ellos, un simple presbítero, fue degollado en el 269 por no renegar de su fe. El otro, que es probable que hubiese sido consagrado obispo, también fue degollado. Pero cuatro años más tarde. El nombre de este último era venerado en Terni, en las cercanías de Roma, desde que se supo de su martirio. Ahora bien, ¿acaso no es posible que uno y otro fuesen el mismo y que los trabajos pastorales dejasen una huella imborrable en Terni y en Roma? Esa huella despertó, en aquella época primitiva, la leyenda del obispo decapitado.

Margarita no le pesaba a su madre Isabel, por su parte. Pero en esos días Paston no se había fijado en la muchacha. Isabel, por consiguiente, le recordó a John desde los primeros días de febrero, que las aves se apareaban desde el 14 de febrero. Aunque prevalece para esa fecha el invierno en el hemisferio norte, los pajaritos despertaban en San Valentín, para perpetuar la especie. Conforme se consigna en la obra citada, esta cartita se publicó posteriormente entre los llamados “papeles de Paston”.

Y los ingleses comenzaron a mandar mensajitos de amor y amistad, con motivo del 14 de febrero. Eran los días en que el correo británico tomaba cuerpo y no es de dudar que se promoviese esta costumbre para fortalecer esta organización que, entre los sajones, tuvo un valor extraordinario como medio de comunicación interpersonal. Hoy, por cierto, ellos mismos están matándolo, pues el correo convencional languidece ante el avance del correo electrónico. Pero en lo que muere ese correo tradicional, bueno y conveniente es que sepamos que esa Isabel Drews se inventó el enviar mensajitos de amor en el día de San Valentín.

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