Tráfico aberrante

Tráfico aberrante

El tráfico de niñas haitianas que son traídas a la República Dominicana para ser mercadeadas en prostíbulos ubicados en las zonas turísticas merece una amplia y profunda investigación por parte de las autoridades. Evidentemente, estas operaciones son ejecutadas por una mafia binacional que se está lucrando con la pobreza de estas niñas y sus familiares.

Nunca hemos entendido que el ejercicio de la prostitución, sobre todo por parte de menores de edad, pueda darse con tanta libertad, con tanta indiferencia de parte de las autoridades.

Una reseña publicada el sábado por El Nacional en su página tres y con titular en portada, cita el caso del ejercicio de prostitución por parte de menores haitianas en Boca Chica. En una comunidad tan pequeña y concentrada como esta, no se entiensde que las autoridades no hayan actuado, como les corresponde, para seguirle los hilos a la mafia que ha llevado hasta allí a estas jovencitas.

Habrá que presumir que alguna complicidad de autoridades y mafiosos permite que muchachas haitianas sean traídas y prostituidas con el mayor desparpajo.

El Ministerio Público, la Dirección General de Migración y la Policía deben sentirse convocados a investigar hasta las últimas consecuencias este tráfico humano denigrante. Más que eso, se debe establecer una vigilancia continua para evitar que estas acciones continúen produciéndose en nuestras zonas turísticas.

Sabemos que hay mafias que trafican con mano de obra haitiana, pero por bajos que sean los salarios que se paguen a estos obreros por trabajar en la construcción o en la agricultura, obtienen un ingreso por medio de actividades dignas. En cambio, el caso de la prostitución y venta de niñas hay de por medio una lesión imborrable contra la dignidad de esas jóvenes, que pierden la inocencia y las posibilidades de hacer una vida honrada desde que caen en las garras de los negociantes del placer. Hay que perseguir y castigar a los cabecillas, facilitadores y cómplices de este sucio negocio.

Legítima sospecha

Del destartalado puente Juan Pablo Duarte fueron removidas recientemente decenas de toneladas de pesados bloques de hormigón. Para una estructura susceptible de colapsar en cualquier momento, como advirtieron entendidos en la materia, la colocación de esta carga estática es un contrasentido de todo el tamaño, pues la misma se suma a las tensiones dinámicas causadas por el rodamiento de los vehículos y ambas contribuyen a que el puente se deteriore aún más.

Se recuerda que los muros de hormigón fueron colocados después de que el Gobierno interrumpiera, sin explicación alguna, la reparación que se había iniciado y que tenía por objeto reforzar puntos vitales del puente y prolongar su vida útil. Recordemos que el consorcio que tenía a su cargo la reparación se vio forzado a abandonar los trabajos y renunciar al contrato para no cargar con la responsabilidad de lo que pudiera pasar. La cronología de hechos en torno al puente, sobre todo su sobrecarga con muros de concreto, induce legítimas sospechas que deberían animar a las autoridades a emprender una minuciosa investigación.

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