Sin dudas, Ucrania está viviendo una gran tragedia humanitaria. Otra gran tragedia, tampoco se dude, es la que quieren imponernos en el mundo: una realidad siempre distorsionada, manipulada, sustentada en mentiras.
Políticos sin escrúpulos que dicen y hacen lo que les viene en gana, violando normas, leyes internacionales y ética, ayudados por algún que otro comentarista que, sin remordimientos, le hacen el juego.
Medios globales que, desafiando la honestidad de muchos otros, devienen en jueces implacables con la capacidad de crear posverdades recreadas en “fake news”, que hay que aceptar so riesgo que te tilden de “políticamente incorrecto”.
Medios y periodistas con la capacidad de determinar, no importa donde estén, cuantas bajas ha habido en una guerra, de quien son los medios destruidos, de quien es la responsabilidad de una destrucción, aunque haya sido con misiles que éste no tiene y el contrario sí.
Rusia anuncia que se retira de unas ciudades y después aparece que los ucranianos los rechazaron en las mismas y los persiguen.
Rodean a China de buques de guerra; a un adversario confeso acuerdan dotarlo de submarinos nucleares y construirle una base para ellos y desplegar misiles hipersónicos, que el extinguido imperio japonés retoce con la idea de instalar misiles nucleares en su territorio, que, desafiantes, navíos de combate surcan aguas en su área de defensa; y cuando Beijing adopta medidas de protección de su seguridad, es suficiente para que el amenazado sea acusado de “agresividad”.
Puede leer: Firme cultura de paz de China
Quieren imponer un mundo en que la seguridad sea válida solo para unos y cuando otros la reclamen se convierten en “amenaza”. Se pretende imponer la seguridad de uno a costa de la del otro.
Te cercan, despliegan fuerzas en tus inmediaciones, se realizan maniobras en áreas inmediatas, pero no oses pretender defenderte porque ofendes a los adalides de una estructura en declive y veloz evaporación.
Juran respetar la soberanía de las naciones y su integridad territorial y que son capaces de destruir medio mundo por defender esos principios, pero no quieren oír a China protestar y advertir que no tolerará intentos independentistas en Taiwán; aseguran respetar el orden internacional, solo cuando les sea conveniente, pero ignoran compromisos adquiridos y, violentando la continuidad del Estado, ponen en peligro lo firmado por tres presidentes estadounidenses, sobre Taiwán, en un excepcional alarde autocrático, lo que, aseguran, combaten.
Por suerte, ineludiblemente, avanzamos hacia un orden internacional distinto, sobre las cenizas que ellos mismos queman del viejo orden. Afortunadamente, persisten medios democráticos donde publicar estas reflexiones.