Tragedia recurrente

Tragedia recurrente

Siendo tal vez un mozalbete oía unos versos hechos canción que decían: “¿Qué es lo que nos pasa mi cielo?/ ¿Qué estará pasando?/ Que nos estamos alejando por momentos…”. Ahora con dolor soy yo quién cuestiona: ¿Qué le sucede al caduco, aunque todavía vigente modelo sanitario, responsable de tantas acciones injustas en contra de la vida? ¿Qué hemos hecho como sociedad en más de un siglo para conjurar el mal? Parece que olvidamos el razonamiento lógico enunciado por el padre de la famosa teoría de la relatividad, el físico matemático Albert Einstein, donde establecía que haciendo más de lo mismo siempre se obtienen los mismos resultados. Vivimos una silenciosa endemia grave de los servicios de salud. Es harto conocido que las clínicas son empresas privadas en donde se venden atenciones médicas. Llega un enfermo grave a un centro y si no cuenta con un buen seguro es internado hasta que se agoten los recursos financieros disponibles. Veamos solo dos ejemplos recientes para que comprendamos la magnitud del problema. Una dama de 49 años conocida hipertensa con falla cardiaca es llevada con marcada dificultad respiratoria a una reconocida clínica de la parte céntrica de la capital. Apenas pudieron los dolientes cubrir con recursos propios una radiografía del tórax y una glicemia. La familia no tenía dinero con qué pagar la administración continua de oxígeno, por lo que se vieron compelidos a trasladarla en estado crítico al hospital Padre Billini, en donde fallece unas horas más tarde. Otro ejemplo bien patético lo representa el de un señor de 70 años residente en el interior del país, quien acude a otra clínica quejándose de fiebre, tos y dificultad para respirar. Es ingresado a una unidad de cuidados intensivos y por no poder soportar los costos de las atenciones, los familiares se ven forzados a mover al paciente a otro centro de menor categoría, en donde fallece por un daño cerebral irreversible. Estos dos casos pudiéramos considerarlos “afortunados” ya que murieron bajo cuidados médicos. La inmensa mayoría de los enfermos sin seguro y sin dinero son despachados a sus casas a esperar pacientemente su desenlace final. Son muchas las familias que son reducidas a la indigencia a consecuencias de un accidente o enfermedad que amenace de muerte a uno de sus miembros. El elevado costo de los medicamentos, sumado al requerimiento de alta tecnología diagnóstica, agregándole las subidas tarifas de internamiento y los crecientes honorarios profesionales, constituyen una carga insoportable para los sectores populares. “Hay que hacer algo por este cariño/ y hay que hacerlo pronto…”, así continúa la canción. Y nosotros decimos que hay que cambiar el modelo de atención. No se trata de ponerle un parche o remiendo al sistema envejecido. Debemos estar advertidos por aquello de “Cambiar un poco para que todo siga igual’. El modelo está gastado; la consigna debe ser la de “Salud para todos”. No puedo olvidar las expresiones proféticas de Juan Bosch cuando allá por el año de 1969 proponía un tipo de Estado que se dedicara a: “1ro. Garantizar trabajo, salud y educación a todos aquellos que actualmente no disfruten de esos atributos; 2do. Garantizar absolutamente todas las libertades fundamentales del ser humano; la supresión del hambre y sus funestas consecuencias sociales …”.

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