Brilla negativamente por altos riesgos para la salud y la vida el transporte terrestre que se desplaza por la región oriental, activada por el turismo y las manifestaciones de la devoción altagraciana; unos auges que no han sido acompañados proporcionalmente con ejercicios de autoridad sobre el sistema de tránsito; y si se extiende más por el exterior, y hasta aquí mismo, la fama de su peligrosidad, muchos visitantes de toda procedencia comenzarían a pensarlo dos veces antes de ingresar a tales rutas. Amerita una sobreprotección la gallina de los huevos de oro que cacarea anidada por el crecimiento hotelero e inmobiliario que a su vez estimula la marcha de otros renglones de la economía nacional a través de los consumos.
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¡Sea la región del Este el ámbito regional en el que resuciten y se energicen los radares del control de velocidad y en el que patrullas de camino «vacunadas» contra el macuteo cobren vigencia! Su sola y centellante presencia ayudaría a disuadir el irrespeto, sobre todo si se logra que el mecanismo de contravenciones, vía los juzgados especializados, golpee sin excepciones las billeteras de los temerarios; de los que prefieren vivir sin ley y sin consideración a su propia seguridad y a la del prójimo. Se requiere también una auditoría sobre trayectos que delate los déficits de señalizaciones y de muros divisorios en tramos en los que deben impedirse los rebases. Los accidentes de consecuencias lamentables tienden por allí a lo epidémico desde hace un buen tiempo.