La jocosísima expresión popular de que a Fulano o a Zutano «no lo salva ni Checheré» es propia de un perseguido o un condenado, o de alguien que apostara a algo y su jugada se vea desafortunada, también, pero guardando el respeto por la persona, cundo ésta sufre de una enfermedad catastrófica o insalvable y luce falleciente.[tend]
Así, la apuesta a la reelección del presidente Mejía aparece mal trazada, con situaciones demasiado evidentes para hacerles francas las puertas y no poder evadir caer en las manos del fingido salvavidas hijo de la rica imaginación popular.
Todo lo que se propicia del litoral que promueve al mandatario lleva el sello de lo inmoderado y la turbulencia, como cifrando en la porfía el mejor imán de la buena ventura, actitud ésta que uno no logra entender.
Se infiere que el «pepehachismo» impregna su obra en un constante desafío con la Constitución, con el buen juicio, con la prudencia con los gobernados, con las cuentas públicas, con la tolerancia, con la crítica; todos sus pasos evidencian un desafío permanente a la soberanía jurídica y financiera de la República que: «no se delega, no se restringe, no es transeúnte, y es inmanente y absoluta», sin embargo, la migración haitiana crece y ocupa intersticios del espacio soberano.
Asimismo, querido y logrado ha sido el delibilitamiento institucional: la justicia tiene una interpretación política partidarista; el cuerpo gubernamental: las justicia tiene una interpretación política partidarista; el cuerpo gubernamental: las secretarías de Estado y direcciones generales, «cada barón es jefe de su baronía», pues ahí se hace lo que el incumbente quiere y no lo que se debe; a la guardia se le ha debilitado el nervio de la no deliberancia y se conmina a sus «jefes» a la proclama continuista.
Con todo esto han caído en el descuido de querer pintar un cuadro escogiendo el modelo balaguerista, que coincidente en la inobservancia en muchos aspectos de la Constitución, las diferencia entre estos y aquellos son siderables, abismales.
Mientras los desafíos de Balaguer eran contra las adversidades no creadas por él, sino las que secularmente hubo padecido el país: la depauperización y la miseria rural y urbana; la de ir broquelando un país que lucía tapado ante los ojos del mundo y desordenado; para darle músculo a la nación: Azua, Nagua, Samaná y otras poblaciones sacadas de la jurisdicción del olvido, fueron testigo de la atinada distribución de la renta pública, y aun favoreciéndole la feliz retentiva gravada en la memoria del pueblo dominicano de la inconmensurable obra infraestructural no solo física sino institucional en la conformación del Estado Dominicano, sin embargo, el propio doctor Balaguer no pudo ganarse la estimación, o mejor dicho, la hubo perdido de varios nobles» poderosos del patio y del exterior que adversaron la continuidad, y húbole de costar, como veríamos despúes, acercarse más a lo real y positivo.
Hoy, aunque agotados los aplausos, la obstinación no ha sido vencida y se lanza en forma desbocada, en total desbridamiento, sin frenos, a la continuidad en el mando, desafiando todos los pronósticos, como halagando la vanidad y «para darle en la cara a los envidiosos que le zahieren».
Pero acaso no obtempera el presidente Mejía que sus decisiones políticas lo que consiguen es levantar censores, hasta el punto que, las dos ramas del cristianismo dominicano (católicos y protestantes) califican su gobierno de «incompetente y venal»; el empresariado recela de las medidas impositivas porque las ve perdidas en las tinieblas del error; el embajador norteamericano confiesa que vigilarán el proceso eleccionario bien de cerca y denunciarían el fraude si se encaminaran por esa vía; los organismos multilaterales de crédito le miran de reojo; las instituciones certificadoras de riesgo -país (Wall Street) le ponen el sello de «cuidado» a la economía, extendiéndolo por los confines del mundo y haciéndose oír y estudiar de las naciones que tienen intereses en el país. No hay foro, corredor, grada, patio y aposentos que a diario cuestionen las posibilidades de éxito de Mejía; su propio partido es un retrato de la débil cortesanía.
Harto debió conocer el presidente Mejía lo arriesgado que tiene que ser en medio de esta mareta mantener sus aspiraciones. El mismo dice que «de los norteamericanos siente amargura porque de cariño y afecto yo estoy lleno, pletórico. Ese cariño no se ha visto en la práctica, en otras cosas». Entonces, con quién cuenta? ¡Con la base de la sociedad!, dice él, sin embargo, las encuestas lo desmienten e invitan al repliegue. «Dios odia el orgullo procedente del poder, «nos dice Isaías 14-5-21. ¿Por qué ponerse a salvo en las manos del personaje de ficción? Espero que el pueblo le siga reclamando para que le obligue a la rectificación y así salvar un hombre bueno cuyas debilidades son desconocer las letras que forman el alfabeto político y los misterios del arte de gobernar.