En un mundo con un crimen organizado en permanente expansión, con crecientes amenazas del terrorismo y la locura del Estado Islámico destruyendo elementos insustituibles de la cultura milenaria, el deporte es un respiro que sirve en gran medida de contrapeso a tantas prácticas y tendencias perversas.
Hay que preservarlo y fortalecerlo cada día más sobre la base de su histórica esencia filosófica de disfrute y convivencia sana, llamada a fortalecer los vínculos de amistad y compenetración armoniosa entre pueblos y naciones.
Aunque por imperativos comerciales y los altos costos que supone el montaje de eventos mundiales, los campeonatos deportivos han tenido que convertirse de hecho en máquinas de hacer dinero, nada justifica que sean usados como mampara para encubrir operaciones mafiosas y fraudulentas.
De ahí la gran decepción y estremecimiento que ha producido a nivel mundial el multimillonario escándalo de corrupción descubierto en la FIFA, cuyos principales dirigentes se dedicaban a enriquecerse con pagos ilícitos, evasión fiscal y blanqueo de dinero mal habido.
El 27 de mayo, día en que el mundo se enteró de la podredumbre que se escondía en este organismo, quedará penosamente registrado en la historia deportiva como la fecha más desalentadora y triste para el fútbol, el deporte de mayor atracción a nivel mundial.
La noticia de la detención de un grupo de dirigentes de la FIFA acusados de soborno, chantaje, fraude y un sinnúmero de operaciones dolosas, ha sorprendido al mundo, particularmente a América Latina, uno de los principales escenarios donde se cometieron todas estas fechorías.
Ahora sabemos que producto de todas estas maniobras delictivas, el perjuicio mayor recayó sobre las pequeñas federaciones de fútbol que bien pudieron tener un mejor y apreciable impulso en su desarrollo de no haber sido víctimas de esta red que se aprovechaba de la FIFA para traficar y llenarse los bolsillos con dinero sucio.
Tal como han señalado analistas y algunos de los principales periódicos de incidencia internacional, ha quedado seriamente cuestionada la credibilidad del organismo que se suponía era dirigido para la salvaguarda del prestigio del fútbol y de los millones de fanáticos que siguen este apasionante deporte.
Sin embargo, resulta insólito e inexplicable que esta mafia de tan vasta dimensión no fuera descubierta antes y que se esperara más de dos décadas para comenzar a ponerle término?
Mientras millones de fanáticos seguían con ardor los campeonatos del fútbol, que además del deporte propiamente es un medio comercial por los derechos de transmisión y todo lo que envuelve la asignación de sedes a los campeonatos mundiales, los principales directivos de la FIFA estaban dedicados a actuar como miembros de una organización de “capo di tutti capi”, aunque algunos han tenido la cachaza de decir que desconocían todo esto.
La forma espectacular en que fueron detenidos, durante redada en un hotel de cinco estrellas en Suiza, en una imagen que remeda los arrestos de gánsteres durante la Ley Seca en Estados Unidos, ha venido a confirmar las sospechas de corrupción en las concesiones de los negocios afines al montaje de los campeonatos internacionales.
En aras de quienes sueñan y viven intensamente el fútbol, es de esperar que la imagen del deporte rey se recupere con nuevos dirigentes honestos e íntegros, dispuestos a borrar esta estela mafiosa, ajena por completo a la diafanidad que debe tener el deporte.