Tramando un parricidio

Tramando un parricidio

JOSÉ B. GAUTIER
El bombardeo incesante de una propaganda siniestra y envenenada escrita, verbal y televisada aparecida por años en todos los medios de comunicación de masas, pagado por intereses nacionales y extranjeros en contra de la nacionalidad dominicana, propaganda lesiva por la vulnerabilidad de una sociedad como la nuestra, viviendo en libertad, abierta y democrática, por esa razón, a la vez indefensa, débil y sorprendida por el brillo del oro corruptor, hoy comienza a cosechar los malvados y agrios frutos de un monstruoso incesto entre hermanos dominicanos promovido para provocar un parricidio (simplemente la muerte o la inhabilitación de la nación dominicana), producto de el caos y la degeneración social a todos los niveles, impuesta por una dominante minoría religiosa, política y económica con el apoyo moral de cañoneras y bancos de una súper potencia mundial insaciable.

Este es el drama sicológico en que viven los habitantes de un país desamparado y confundió que ha llevado al hijo a odiar a la madre y a conspirar en contra del padre. Observa. Los valores nacionales ruedan por el suelo, mientras que los extranjeros son exaltados. Los integrantes de la sociedad dominicana con sus mentes lavadas, solo piensan en vivir en un Nueva York chiquito isleño o continental, o ser convertidos en dominico-haitianos para que esas masas trabajadoras continuamente renovadas por el tráfico incontrolado sigan vilmente explotadas por una clase económicamente dominante o finalmente ser dominico-globalizados para vivir como apátridas en su propio terruño. Para algunos empresarios y políticos, solo les falta caer de rodillas ante el Coloso del Norte, rogándole como a un Dios, nuestra integración como un nuevo Estado de la Unión Americana.

De este minúsculo conglomerado de traidores y corrompidos, sus integrantes semejantes al famoso Bruto de la Roma Imperial, se trama como al César, el asesinato de la nación dominicana. La consecución de este horrendo crimen de lesa patria no se hará de frente por los conjurados. Ahora solo se espera la sanción del Poder Ejecutivo decretando su ejecución en cumplimiento de la letra y el espíritu de la nueva Ley General de Migración recientemente elaborada y aprobada por el Congreso Nacional en un período legislativo penoso y vergonzoso donde se ha puesto en dudas, muchas veces, la integridad moral y social de algunos senadores y diputados (riñas dentro del hemiciclo, tráfico de influencias, contrabando de seres humanos y hasta asesinato de uno de sus miembros), como personajes salidos de las páginas de la Divina Comedia, de Dante Alighieri o del Libro de la Apocalipsis.

Ponderemos cuidadosamente los alcances y consecuencias del Artículo 151 de la nueva ley migratoria que reza así:

«Art.151: El gobierno dominicano preparará un Plan Nacional de Regularización de los extranjeros ilegales radicados en el país:

1.- Para tal propósito, el Consejo Nacional de Migración debe preparar el Plan Nacional de Regularización.

Dicho Plan Nacional de Regularización deberá contemplar al menos los siguientes criterios: tiempo de radicación del extranjero en el país, vínculos con la sociedad, condiciones laborales y socio económico, regularización de dichas personas de manera individual o por familias, no en forma masiva. Así mismo, debe establecer un registro de esos extranjeros, los procedimientos de implementación del plan y las condiciones de apoyo institucional y logística.

El Consejo Nacional de Migración deberá un informe al Poder Ejecutivo en un plazo de 90 días a partir de su designación.

A partir del informe del Consejo Nacional de Migración, el gobierno dominicano, mediante decreto, establecerá el procedimiento para la regularización de los extranjeros señalados en este artículo.

El Consejo Nacional de Migración apoyará al Poder Ejecutivo en todo el proceso de regularización, teniendo el mismo una función de seguimiento.» Aquí termina el Art.151.

La sociedad dominicana baila hoy en la cuerda floja amenizada con música del Fondo Monetario Internacional y del Club de París. También acorralada por la firma de un Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos de América, tipo ley del embudo, «Todo para ellos, nada para nosotros». La República Dominicana aguarda pacientemente sobre el patíbulo, con la soga al cuello, cuales circunstancias, hechos o naciones, determinarán su destino.

Decretar una amnistía general a favor de los vándalos y delincuentes extranjeros que residen ilegalmente en el país o simplemente implementar un Plan Nacional de Regularización de los extranjeros ilegales radicados en nuestro territorio, significaría, para comenzar, la absorción legal por la sociedad dominicana de más de un millón de hombres, mujeres y niños haitianos que viven en el país al margen de las leyes.

También, más grave aún es el envío de parte de las autoridades gubernamentales dominicanas de un mensaje equivocado a las autoridades gubernamentales haitianas y de otras naciones que acechan nuestro proceder, con la implementación de esta nueva ley migratoria, de que el gobierno dominicano no está en condiciones, ni en capacidad, ni es su voluntad de repeler por todos los medios a su alcance, al filo de bayonetas si fuera necesario, la entrada ilegal de los otros ocho millones de habitantes de la República de Haití, que desbordarían a su antojo el territorio dominicano a lo largo de los 386 kilómetros de longitud de nuestra frontera común.

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