Tránquenlo: Los puntos sobre las haches

Tránquenlo: Los puntos sobre las haches

FABIO F. HERRERA CABRAL
En nuestra cultura vernácula, una de las bases del poder político y administrativo del funcionamiento del gobierno de turno, lo es el verbo «trancar», que no sé si es castizo o forma parte de nuestro folklore. Sea una cosa o sea la otra, la orden de ¡tránquenlo! es una palabra comodín y favorita de muchos de los gobernantes que han usufructuado los recursos y el destino de nuestro país, desde el descubrimiento hasta la fecha.

El primer «trancado» fue Cristóbal Colón. Desde el primer magistrado, y descendiendo por el escalafón hasta llegar a los estratos más inferiores de la administración pública, cada cual se cree autorizado a utilizar la palabra «¡Tránquelo!». Esto es poner en la práctica aquello de «el poder es para utilizarlo». «Aquí mando yo». Para eso me eligieron o me nombraron. En el folklore dominicano, hasta San Antonio pudiese con bríos de mando entonar el merengue para en boca del santo aquello de «aquí mando yo porque soy el patrón de Guaraguanó.

Lo del «tranque» me parece a mí que se podría comparar con aquello de poner los puntos sobre las «haches» que hacía un juez de paz, personaje de la novela «Doña Bárbara», de Rómulo Gallegos. El citado juez, cuando dictaba sus sentencias, lo hacía con el golpe de un sable que tenía sobre la mesa y afirmaba que los «puntos sobre las haches» tenían mayor fuerza que sobre las «íes».

A mí me parece, y ojalá que así sea, que después de las incidencias judiciales del «Caso Renove», que debe ser transparente por lo público, no debe haber acuerdo de aposento basado en aquello de «dame lo mío, que yo te daré lo tuyo». Eso luego da lugar al espectáculo en el cual muchas veces, los acusados se convierten en victimarios.

En tiempos de Trujillo, la voz de «tránquenlo» tenía significado ominoso por lo trágico. Escuchar esa palabra sugería inmediatamente la ergástula de «La 40». Es decir, humillaciones, torturas y muerte.

Ahora la palabra ha perdido categoría y nos lleva hasta lo más risible de un circo. Resta seriedad y confianza en quienes la usan y provoca precarios resultados positivos de a una administración.

Para concluir con estas divagaciones no voy a punto final ni sobre las «íes», ni sobre las «haches», sino que por lo que pueda ocurrir lo hago con puntos suspensivos…

Publicaciones Relacionadas