No es buen consejo tratar de resolver los problemas con más apremio que comedimiento.
Especialmente cuando sabemos que estamos hablando de problemas cuyas causas son estructurales y su permanencia viene de muy atrás.
El asesinato de una joven profesional, de hermosa apariencia y de familia conocida, ha exacerbado el ánimo general, especialmente a los clasemedias; y a todo dominicano con sensibilidad: prácticamente a todos.
Nuestra reacción no debe ser caerle encima al nuevo jefe de la policía, ni al actual Gobierno, porque de sobra sabemos que esto tiene o puede tener causas ajenas a la propia policía.
De hecho, oficiales de la mayor experiencia en este tipo de crímenes, casi de inmediato, han visto este asesinato como una cuestión de sicariato.
Y, poco después, aparecen versiones que ligan el suceso a problemas maritales de la víctima.
No es prudente ni justo aprovechar este suceso para tratar de desacreditar o desestabilizar; menos aún, porque no estando ni cerca de las elecciones del 2024, más nos conviene ayudar a que estos años que faltan transcurran con estabilidad y en la mejor atmósfera posible.
El mundo está demasiado peligroso, hay demasiados incidentes y traumas en las naciones de nuestro continente: los tiempos no son para estar con ánimo levantisco ni “rebusero”.
Por otra parte, se están iniciando los trabajos de transformación de la Policía, a lo cual debe darse una razonable espera. Aunque hay medidas inmediatas que el Gobierno debe tomar sin dilación.
Se sabe bien, que el crimen organizado y la delincuencia común tienen vinculaciones con la Policía; pero no es hacer cundir el pánico en sus filas la mejor estrategia. No tenemos suficientes maestros calificados, mucho menos tenemos de donde improvisar agentes policiales.
Se sabe y nadie lo discute: Hay urgencia de una reforma policial a fondo. Pero no es enviando maltratados y desempleados a los actuales agentes a las calles como se resolverá el problema de la entidad; ni tampoco se resolverá así el problema de las organizaciones delincuenciales, algunas de las cuales tienen amarres internacionales, y aún con sectores de poder local, que directa o indirectamente se benefician del tráfico ilegal y del lavado de activos.
Nuestro malestar es bastante más profundo; no se puede actuar con arrebato ni improvisaciones.
La Reforma va, pero debe ir tanto con la estrategia correcta de organización y enfrentamiento del desorden y la violencia generalizados, como la de combate a la violencia y el crimen profesionalizados.
Y, para ello, conviene aprovechar el talento y la experiencia de oficiales que tienen excelente entrenamiento, y honrosa hoja de servicio. Despreciarlos, y luego enviarlos para sus casas sería echar por borda un capital profesional. Pudiendo, además, ser peligroso y desestabilizador.
No confundamos el delito organizado que tiene objetivos y comportamientos específicos, no dirigidos contra el ciudadano común; con los delitos de desarrapados, que atracan a otros infelices, y a ciudadanos desprevenidos. Son cosas diferentes, y su persecución requiere estrategias distintas.
Tampoco son cosas que deban irresponsablemente aprovechar grupos interesados para desviar la atención sobre sus propias prevaricaciones.
No es prudente ni justo aprovechar un suceso para tratar de desacreditar
El mundo está demasiado peligroso, hay demasiados incidentes y traumas
Hay que aprovechar talento de oficiales con excelente entrenamiento