Llega a la Casa Blanca un hombre de personalidad humilde, decente
Finalmente llega el traspaso de poder, personalidad y estilo en Estados Unidos. Empieza a desvanecerse la imagen, ojala sea de manera definitiva y total, que ha representado la vulgaridad, egocentrismo, vanidad, narcisismo, racismo, egolatría, misoginia, prepotencia, autoritarismo de un amenazador y chantajista y abusador del poder, además de mentiroso intrínseco, creador de “verdades alternativas” (recientemente el Washington Times contabilizaba un promedio de 50 mentiras diarias de octubre a diciembre). Ponga todo ello en el orden que prefiera, el resultado es el mismo.
En esta columna escribí en fecha tan temprana como mayo 22/2017 el artículo “Trump_ ¿Presidente efímero?”, donde empezaba diciendo: “todos los días el presidente parece provocar un conflicto diferente. Ahora el problema está centrado en la eventualidad de un juicio político…”. Más adelante señalaba, adelantándome casi 4 años, “según la constitución hay dos vías para destituir al presidente: el impeachment.., o aplicación de la Enmienda 25 por incapacidad manifiesta, que puede ser mental”. Amargamente reconozco que tenía razón, esa presidencia debió ser efímera, nunca debió llegar hasta aquí.
Llega a la Casa Blanca un hombre de personalidad humilde y decente con una enorme tarea cívica por delante para empezar a construir una nueva imagen moral de un Estados Unidos que ha arrastrado una sociedad sustentada en la desigualdad y marginación, guerrerista y violenta; tratar enmendar un sistema en amenaza de descomposición por la profunda división que se le ha inculcado, destapando, cual caja de pandora, viejos resabios muy profundos en la sociedad, que no se habían querido reconocer, escondidos en nefastas manifestaciones de individualismo y libertinaje, confundiéndose todo ello con derechos y deberes.
Biden tendrá que intentar forjar una sociedad más justa centrada en valores sociales y morales, superando las divisiones radicales que sembró Donald Trump.
Como presidente deberá, en primer lugar, curar el alma de su sociedad y, paralelamente, elaborar un plan efectivo para enfrentar el desafío sanitario menospreciado; rescatar la economía y tratar, si se lo permite el sistema, hacer que descomunales fortunas contribuyan a subsanar las falencias que sufren por encima de 40 millones de personas en la sociedad más rica del planeta.
No se trata del “terrible socialismo”, sino de justicia social. Sin embargo, no nos equivoquemos; Biden, con otro estilo, defenderá los intereses hegemónicos norteamericanos.
Internacionalmente, deberá buscar neutralizar tensiones críticas: con Irán retomar un acuerdo que al retirarse Trump, por complacencia a Israel y ser un legado de la administración Obama-Biden, se reconocía que Teherán respetaba, por lo que el resto de los firmantes no siguieron a Washington. Podrá aprovechar el espacio que Trump abrió y despreció y buscar acuerdo con Corea del Norte.
Deberá retomar el Acuerdo de París sobre Cambio Climático, otro legado de Obama. Recomponer sus alianzas internacionales y poner como instrumento la negociación más que la confrontación. Europa acaba de mostrar el mejor camino a seguir con China. Latinoamérica seguirá recibiendo atención marginal pero tendrá que aprovechar el nuevo escenario interno en Venezuela para promover una solución realista interna. Con Cuba es de esperar un retorno a la fórmula de Obama, promoviendo una distensión.
Biden tiene por delante la difícil misión de dirigir una nación donde una parte importante de la misma se niega a reconocerle legitimidad. La democracia occidental enfrenta el desafío de superar la distorsión política de poner por encima del interés nacional los intereses partidarios, como se comprueba, una y otra vez, con amargura y desazón, en uno y otro lugar.
No nos confundamos esperando que podamos obtener peras de un olmo. Biden es el presidente de un país con intereses hegemónicos muy profundos que sufre convulsiones ante el hecho inevitable de avanzar hacia un escenario en el que ineludiblemente tendrá que compartir liderazgo, y no solo con los chinos. En consecuencia, lo veremos tomar medidas que buena parte del mundo no compartirá.