Transitemos el camino de la solidaridad

Transitemos el camino de la solidaridad

MARLENE LLUBERES
En estos años se ha incrementado la competencia, la ambición y el individualismo, lo que ha conducido al hombre a satisfacer sus deseos, sin medir consecuencias. Sus expectativas han sido colocadas, únicamente, en lo que le representa un beneficio o interés particular. A causa de esto, se han manifestado emociones malsanas, como la envidia, los celos, el egoísmo, la indiferencia y la crueldad, provocando, sin duda alguna, el enfriamiento del amor.

Las necesidades del prójimo no son tomadas en cuenta, ni el valor que éste posee, por ser creado por Dios, tiene ya importancia. Estas conductas, por ser erradas, debilitan las relaciones y dañan el propósito.

Si nos determináramos a cambiar estas actitudes, que han hecho tanto daño al mundo, y nos propusiéramos basar las relaciones en el amor, la solidaridad, la honra y en el respeto mutuo, descubriríamos una nueva estrategia para enfrentar los problemas que afectan las naciones en esta época, donde se incrementan las carencias y surgen, cada vez, mayores dificultades.

Si decidimos brindar amor, no por lo que las personas posean o por la posición que ostenten, sino por los valores intrínsecos del alma, patrimonio inexpugnable de Dios, los sentimientos positivos y cálidos comenzarán a surgir.

Dios es amor, por lo que al acercarnos a Él, ese amor nos llena el interior y nos hace aptos para expresarlo sin temor. Ese amor que valora, que cuida, que ayuda, que soporta, que cede, que se ejerce, bajo el principio de considerar al otro como superior. Si permitimos que estos sentimientos se hagan fuertes e inquebrantables, las debilidades de las personas, no serán un impedimento para ver las virtudes, lograremos, así, admirar y no menospreciar, ayudar y no ignorar.

Tomaremos la causa del prójimo como la nuestra, haremos con él, lo que nos gustaría hicieran con nosotros. Al amor le habremos colocado un nombre.

Indisolublemente unámonos como familias, sociedades y naciones. Gocémonos con los que se gozan y lloremos con los que lloran.

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