El tránsito vehicular en Santo Domingo se ha convertido en un infierno capaz de volver locas y hacer perder la paciencia a las personas más calmadas de la tierra.
Un verdadero desastre, un suplicio que sufren diariamente los capitaleños, a todas horas del día, un grave problema provocado por causas múltiples que, al parecer, nadie está en disposición de resolver. Los tentáculos de intereses son muy largos y lucrativos, de modo que enfrentarse a ellos es hasta peligroso y, como siempre, en este bello país las consecuencias las pagan los ciudadanos, en la compra de una mayor cantidad de combustibles para soportar las largas hileras de tapones, en estrés y en problemas cardíacos y psicológicos diversos.
Para transitar en vehículo por esta querida Ciudad Primada de América, se requiere la paciencia del bíblico Job. Hay que tener una gran dosis de tolerancia y sangre fría ante las maniobras suicidas de muchos motoristas y de choferes de vehículos grandes, como patanas, camiones, que abusivamente rebasan, o de los muchos locos que se creen dueños de las vías públicas, amén de aquellos que tienen problemas mentales y salen a las calles medicados o drogados.
Los enfrentamientos, los insultos, la violencia, la cólera están presentes en los diversos escenarios de las vías capitaleñas, con el peligro de enfrentamientos entre personas armadas. ¡Qué terror! La gente del poder, que tienen en sus manos las soluciones ni se inmutan. Quizás les sea conveniente la compra exagerada en combustibles.
En estos días, previos a La Navidad, el tránsito ha superado la categoría de desastre, no hay palabras para describirlo, todavía es peor, produce pánico, irrita, la gente conduce de manera temeraria, todo el mundo quiere avanzar al mismo tiempo. Hace unos días mi hija María Alexandra y yo, nos dirigimos a la Ciudad Colonial, tomando en principio la 27 de Febrero. Salimos a las 6:00 de la tarde y llegamos a nuestro destino a las 9:00 de la noche. Casi tres horas.
El Gobierno tendrá obligatoriamente que tomar medidas, de lo contrario la ciudad va a reventar, digo la ciudad, porque la gente ya lo está. La delincuencia, la corrupción y el tránsito terrestre son armas mortíferas que matan a las gentes… de impotencia.