Recientemente, el destacado escritor, comunicador e intelectual Federico Jovine, en una de sus columnas en el Listín Diario, recomendó que el gobierno declarara en emergencia el tránsito en el Distrito Nacional. La epidemia vial en nuestra capital se ha convertido en un elemento que dificulta la convivencia ciudadana, altera la paz y el orden, y demuestra lo peor de nuestra sociedad.
Han sido suficientes las advertencias de diferentes sectores, incluyendo la Sociedad Dominicana de Psiquiatría, que han explicado las consecuencias del desastre en nuestras calles y vías. Esta situación no es nueva, ni particular del gobierno actual, ha venido arrastrándose desde hace años, y en el momento que era más oportuno actuar, las autoridades no tuvieron la voluntad ni la capacidad de hacer lo necesario para enmendar el desastre, hoy evolucionado a caos.
La raíz de la tortura vial a la que nos enfrentamos diariamente tiene sus causas en tres frentes: el primero, y más complejo, es la conducta de los ciudadanos que manejan vehículos. Al salir a una calle en Santo Domingo, ingresamos a un juego de supervivencia.
El segundo frente es la falta de coordinación, estrategia y táctica de las autoridades gubernamentales y municipales. Esto, sumado al pésimo manejo de los conductores, conduce al caos vial. En el caso particular de las autoridades, como el tema se ha salido de control, entraría como un “silver lining” la propuesta de Jovine: declarar en emergencia el tránsito en el Distrito Nacional. Actualmente, la forma más idónea de enfrentar esta epidemia es utilizar esa figura jurídica para poder implementar acciones, tanto institucionales como operativas, que puedan dentro del desorden existente, aliviar la carga vehicular de la capital. En ese replantamiento, pondría en perspectiva el rol de los agentes de la DIGESSETT, que a veces contribuyen más a los tapones, que a la circulación vehicular.
El tercer frente es una realidad que, indirectamente, cada gobierno desde el 2000, salvo el actual, ha tenido su cuota de responsabilidad: concentrar la economía en el Distrito Nacional. Hago la excepción del gobierno del presidente Abinader, no por una simpatía natural como militante del PRM, sino porque ha fortalecido otras provincias como Santiago de los Caballeros e Higüey con proyectos gubernamentales, y facilitado la inversión del sector privado. La incidencia económica del Distrito Nacional provoca que ciudadanos de todo el país vengan en búsqueda de oportunidades profesionales y académicas. Descentralizar la capital sigue siendo un reto.
Ojalá y se pueda declarar en emergencia el tránsito en nuestra metrópolis. De lo contrario, la convivencia será imposible, y las consecuencias sociales inmedibles.