Tránsito sin control

Tránsito sin control

JOSÉ RAMÓN MARTÍNEZ BURGOS
Tal vez nos ha llegado la oportunidad de comenzar a llamar las cosas por su verdadero nombre, tal vez, también ya es hora de que desterremos de nuestro lenguaje oral y escrito los eufemismos y otras cosas inapropiadas, por ejemplo, «un carro se salta una acera y mata dos personas», «un carro se estrella contra un árbol», otro «carro embiste una guagua», y otro además «atropella a un anciano». No, así no es la cosa y ni siquiera es necesario acudir a la Academia Dominicana de la Lengua para explicarlo, ó decirlo con todos los puntos sobre las íes de la palabra: homicidio. Un coche de caballos sí puede desbocarse pero los automóviles no. No son entes vivos aunque algunos se lo crean y les traten con más cariño que a un niño ó a un anciano.

Alguien conduce o cree poder hacerlo, pero es dudoso que se trate de un ser humano. Aquí la mayoría de las veces, quienes conducen los camiones, patanas, autobuses o automóviles, pertenecen a una especie de animales, que todos nos hacen pensar que es el mismo diablo que va sobre ruedas, pobres diablos la mayoría de las veces (pobres por asesinos), que confunden la velocidad con la basura de cierta publicidad, acomplejados para los que el poder, la libertad y la hombría se esconden debajo de la placa de su vehículo y si es oficial la cosa es de más envergadura. Es que entre la dictadura de la barbarie (y las calles y carreteras son una barbarie) siempre dice presente un hombre así con mayúsculas.

Pero sucede que los lisiados, los huérfanos, las viudas, son los sufridos de este caos constituido por el tránsito vehicular de las ciudades y carreteras del país, como el caso del niño de la «Ciudad Libre».

Cuándo y quién podrá frenar el desbarajuste del tránsito vehicular, pues las organizaciones que nos gastamos, todavía no han tenido el valor de someter a un conductor por homidicio. Ni le quitan a los permanentes transgresores de la Ley de la materia la licencia de conducir, ni inhabilitan los famosos carros de concho, que ni llevan luces, ni tienen seguro, ni las puertas cierran, ni tienen silenciadores, ni luces direccionales y un largo etc. que se lleva estas notas. Orden y cumplimiento de la Ley como en las dictaduras es lo que es necesario implementar de inmediato.

Resulta muy extraño, que quienes tienen el sueño de ser dueños de un automóvil, cosa que es prioritaria en esta sociedad de consumo, tenga que ver tanto con nuestra seguridad y con el fatídico drama del caos vehicular, aún cuando sí lo vemos desde un ángulo optimista, deberíamos conformarnos señalando que nuestro asesino diario (el conductor de vehículos y el carro), se maneja mejor que el que mata de hambre a más de cinco millones de niños al año, en este mundo moderno lleno de inexplicables contrasentidos.

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