Para todos los dominicanos el tema del tránsito es un dolor de cabeza, inclusive para aquellos que simplemente son peatones.
Las cifras con relación a los niveles de muertes y accidentes crecen de manera significativa cada año y la falta de políticas adecuadas, con acciones concretas de parte del Estado dominicano , ha dado como resultado que estemos en la deriva de la improvisación.
En el sector transporte tenemos alrededor de siete instituciones que abordan y trabajan el tema, pero ninguna con acciones claras, exceptuando las mínimas y precarias iniciativas de la Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET).
Pienso que la AMET tiene más luces que sombras. A propósito de la celebración de la Semana de la Seguridad Vial, esta entidad realizó una impactante campaña de educación.
Algunos la calificaron de un poco trágica y alarmante, debido a que presentaba distintos vehículos destruidos producto de accidentes de tránsitos, acompañados con el eslogan: «Este podría ser tú, maneja con prudencia¨.
En mi caso valoro la iniciativa y apelo a que se sigan promoviendo acciones como esta en materia de educación vial, sin importar el medio o los recursos que fueran necesarios para tener conductores dominicanos más responsables y comprometidos con sus deberes.
De igual manera, la población dominicana espera que el gobierno y los sectores de poder de la sociedad inicien un proceso de acciones y políticas públicas directas, claras y fuera de la burocracia tradicional que concluya en la solución de los problemas del transporte.
Y es que no es posible que dos o tres empresarios agrupados en asociación de malhechores definan las políticas públicas del transporte público dominicano. No se puede seguir privilegiando grupos como consecuencia del chantaje.
Tampoco se puede continuar otorgando licencias de conducir a personas que no están aptas para estar detrás de un volante. El Estado debe jugar su papel con un tema tan sensible y de interés nacional.
Es tiempo de que también jueguen su rol los organismos de transporte, que de por sí son bastantes y representan a su vez una enorme carga presupuestaria por todo lo que simbolizan.
No podemos continuar enterrando dominicanos por falta de acciones y voluntades y no es justo que la mayor parte de los dominicanos reciban un servicio tan precario que convierta en ley el dicho popular de que «El que anda a pie es un perro».