Transparencia y libertad de información

Transparencia y libertad de información

Con sobrada razón, el escritor colombiano William Ospina dice: “Sin duda el verdadero motivo de alegría que tenemos esta semana todos los seres del planeta, incluidos el agua, los árboles y las garzas, no es la llegada de Barack Obama, de cuyos talentos no tenemos todavía pruebas definitivas, a la Presidencia de Estados Unidos, sino la partida de George Bush, la peor de las plagas que hayamos padecido en mucho tiempo.”

No obstante las dudas que todavía podemos tener sobre una nueva figura a la cabeza del poder imperial, durante su primer día como Presidente de Estados Unidos el flamante ejecutivo emitió órdenes importantes anunciando lo que él llama “una nueva era de apertura”. Entre otras decisiones, firmó un memorando presidencial sobre el Acta de Libertad de Información (FOIA) dirigido a los directivos de Departamentos y Agencias públicas de esa nación. Proclamaba así el restablecimiento de una exigencia legal que pocas veces fuera cumplida durante los dos gobiernos de W. Bush. Informaba Obama a todos los funcionarios públicos que su Administración no estaría de parte de los que propugnan por esconder las informaciones del gobierno sino de aquellos que no temen a que éstas se hagan públicas.

Decía el Presidente en su memorando que la democracia requiere de responsabilidad y la responsabilidad requiere de transparencia. Citó al juez Louis Brandeis quien sentenció que “la luz del sol es el mejor de los desinfectantes”. Daba a entender que mientras más transparente sea el gobierno, mejor servirá al pueblo que lo eligió. Esto así, el FOIA deberá ser practicado fielmente por su gobierno teniendo en cuenta que, en caso de duda, la apertura y la transparencia predominarán, no el secreto.

Obama enfatizó que no hay necesidad de que se mantengan informaciones ocultas por el solo hecho de que podría avergonzar a los funcionarios evidenciando errores o descubriendo perversidades. De la misma manera, no pueden mantenerse acciones públicas encubiertas sólo por especulaciones o falsos temores de los principales funcionarios.

Nunca debe lo secreto imponerse para proteger los intereses de los directivos gubernamentales a expensas del pueblo al que se comprometieron a servir. Ni siquiera debían esperar que la prensa o el público en general reclamara informaciones importantes. Para eso está la moderna tecnología, de manera que, desde su hogar, el ciudadano que paga los impuestos y financia la actividad pública pueda informarse debidamente y reclamar cuando deseara hacerlo.

El presidente Barack Obama, como ejecutivo máximo del gobierno de Estados Unidos, tiene el mérito de haber impartido la orden para que la transparencia empiece a imponerse como norma de de su Administración. Pero nadie puede negar la suprema importancia que ha tenido el National Security Archive (NSA) de la Universidad George Washington en la capital estadounidense para que esta decisión presidencial pudiera ser tomada. El NSA es un instituto de investigación no gubernamental (ONG) que investiga y publica documentos de los gobiernos de Estados Unidos, adquiridos a través del Acta de Libertad de Información (FOIA). Arriesgada tarea que siempre ha asumido esa academia a pesar de gobiernos que han disfrutado actuar al margen de la ley suprema estadounidense y del Derecho internacional.

Desde que fuera elegido Presidente en noviembre de 2008, Obama recibió una solicitud del NSA y 60 otras organizaciones solicitándole que revirtiera la política de gobernar en secreto que había impuesto la Administración Bush. Gran mérito como líder de este movimiento de intelectuales e investigadores sociales tiene Thomas S. Blanton, Director Ejecutivo del National Security Archive y otros de sus colaboradores en esta tarea como Meredith Fuchs y Sheila L. Shadman.

Una de las victorias recientes del NSA sobre la Administración Bush fue aquella que triunfó en los tribunales de Estados Unidos para evitar que, por lo menos, 23 millones de mensajes electrónicos fueran desaparecidos por los funcionarios de la Casa Blanca de Bush. Temen los vulcanos de Bush que cada uno de éstos los incriminara por decisiones que condujeron a guerras injustas y a transacciones turbias que, evidentemente, fueron hechas para favorecer a algunos funcionarios de ese gobierno.

Roguemos porque el presidente Leonel Fernández descubra con estos ejemplos el camino que conduce hacia un gobierno transparente y honesto.

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