Las agremiaciones sin fines partidarios, pero tan representativas de la sociedad como las de carácter político, deben recibir como presagio de indeseable tormenta en pleno mayo el regreso a los agravios personales en la lucha electoral en la que ya hasta una de las partes se reserva el uso de la violencia el mismo día de las elecciones dejando incluso a las masas en libertad de recurrir a ella en la forma que mejor les parezca. Resquemor excesivo y de alto riesgo para el orden público porque tal o cual dirigente presume que el día de las votaciones aparecerían unas carpas para la manipulación de sufragios. Las autoridades competentes han dado con validez garantías de que semejantes atentados al buen desarrollo de la jornada comicial no serán tolerados. Hablar como si no existiera capacidad de control por parte de la JCE -árbitro de plena confianza y crédito para la nación y facultada constitucionalmente para usar la fuerza- es entorpecedor de la buena marcha final del proceso electoral. Un giro discursivo alarmante que obliga a la colectividad a estar alerta.
Puede leer: El sector laboral y la deuda social que sigue sin pagarse
Declaraciones que azuzan tensiones y generarían desconfianza si idóneas vocerías ciudadanas contrarias a las técnicas politiqueras no salen a contradecirlas. Es como si se quisiera regresar a los tiempos en que los competidores insatisfechos consigo mismos se empeñaban en crear la sensación de que el día de los comicios el mundo iba a estar a punto de acabarse. Propiciaban pánico para irse a reír a las trastiendas después de arrojar un jabón al sancocho.