Tras las huellas de un gigante

Tras las huellas de un gigante

Comentario Editorial
El hombre que llaman el “Maestro” hace su saludo final. El retiro de Alan Greenspan como presidente de la Reserva Federal es en un sentido muy práctico el final de una era. Desde 1979, Estados Unidos ha tenido solo dos jefes en la Fed: el señor Greenspan y su predecesor Paul Volcker.

Ahora Ben Bernanke tiene que demostrar que es un digno sucesor de estos dos gigantes, como capitán de la economía norteamericana y, hasta un punto considerable, el del mundo.

El récord del señor Greenspan habla por sí solo. Durante más de 18 años como presidente de la Fed, el crecimiento de EEUU promedió 3,1%, la inflación 3.1% y el desempleo 5.5%. EEUU disfrutó la expansión más prolongada de su historia, con solo cinco trimestres de crecimiento negativo en dos breves y poco profundas recesiones. Un juicio final tiene que esperar por la solución de serios desbalances económicos que le son cedidos al señor Bernanke. Pero cualquier valoración provisional de su mandato tiene que ser altamente favorable.

La gran fuerza del señor Greenspan como presidente de la Fed fue su mente abierta e inquisitiva. Como político fue escéptico ante modelos y pronósticos, prefiriendo siempre sacar el brillo de una amplia variedad de datos crudos que atrapan los patrones móviles de una economía rápidamente cambiante. Este punto de vista lo condujo en los años 90 a detectar muy temprano la “variable faltante” del  aumento en el crecimiento de la productividad de EEUU.

Al negarse a subir las tasas de interés cuando el desempleo en EEUU cayó por debajo de la supuesta tasa natural cerca de 6%, ayudó a sostener la expansión de los años de 1990 y expandir sus frutos hacia las clases bajas de la sociedad de EEUU. Más recientemente, una lectura cuidadosa de las cifras evitó una reacción desmedida frente a los precios del petróleo.

El señor Greenspan consolidó la victoria del señor Volcker, al reconstruir la fe en el papel moneda. Sin embargo, el señor Greenspan también mostró que era posible, con expectativas de inflación bajo control, hacer algo más que hablar del mandato dual de la Fed y la importancia del crecimiento. El año pasado definió su objetivo como “el crecimiento económico máximo sostenible […] con la búsqueda de la estabilidad de precios como una condición necesaria para promover esa meta”.  El señor Greenspan guió a la economía a través de varias crisis: la caída del mercado de valores en 1987, el derrumbe de los ahorros y préstamos, una serie de crisis en mercados emergentes en los años 90; la catástrofe de Long Term Capital en 1998, y las consecuencias de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001. Su comprensión de los mercados financieros y la apreciación de los beneficios de la innovación financiera no fueron segundos de nadie. Y su paradigma de manejo del riesgo ofreció una vía saludable para pensar sobre la toma de decisiones en un mundo incierto, lo que con todo derecho lo llevó a asumir riesgos moderados con la inflación para prever el riesgo de deflación después del estallido de la burbuja puntocom.

En la columna de débitos, las interacciones del señor Greenspan con los políticos, particularmente los republicanos, no lo cubrieron de gloria. Al negarse a hablar en contra de los recortes de impuestos de Bush, aún cuando el vuelco en la economía desafiaba su premisa subyacente de crecimiento de los excedentes, el jefe de la Fed que se retira comparte alguna responsabilidad por el daño fiscal que vino después. Después de haber advertido sobre la “exuberancia irracional” en 1996, terminó convirtiéndose en un “cheerleader” de la Nueva Economía, y se mantiene complaciente sobre los desequilibrios globales de hoy. Sin embargo, es más fácil discutir con sus palabras que con sus acciones.

La mayor acusación en su contra es que se mantuvo al margen mientras la burbuja puntocom se inflaba; después, azuzó una segunda burbuja, en el mercado de propiedades, para aplazar el día del recuento final. Este debate no está cerrado. Sin embargo, la principal defensa del señor Greenspan -que es imposible pinchar una burbuja sin subir las tasas hasta el punto de golpear toda la economía- es sólida.

Lo que la mayoría de los críticos de Greenspan no están dispuestos a reconocer es que él estaba reaccionando en parte a una serie de decisiones tomadas, y desbalances que se originaban en el mundo más allá de los Estados Unidos. En particular, después de 2001, la Fed tuvo que llevar las tasas muy bajo para mantener el empleo pleno en momentos en que muchas otras economías estaban con grandes excedentes en su cuenta corriente.

El señor Bernanke comprende esto menor que la mayoría. En el corto plazo, apenas se podrá quejar de las condiciones del traspaso. El señor Greenspan le entrega una economía en bastante buena forma, con las tasas de interés de regreso en un rango que pudiera considerarse neutral. Sin embargo, en los próximos años, el desequilibrio interno y global es probable que se ajusten de forma que pudieran resultar muy desestabilizadoras. El señor Bernanke pudiera verse fácilmente fijando una política frente a una fuerte caída del dólar, o una subida súbita en las tasas de interés globales reales a largo plazo. 

Cuando lleguen los tiempos difíciles, EEUU y el mundo pudieran lamentar con más plenitud el fracaso del señor Greenspan de institucionalizar su legado en la Fed. Una parte muy voluminosa de su éxito se debió, en última instancia a su atinado juicio personal. Y con todo lo admirable que fue, no forma la base para un éxito institucional duradero.

Y no es que el señor Greenspan no deje legado alguno. Durante la era Greenspan, la Fed, como institución, creció en calidad y reputación: el deja un magnifico equipo y un grupo impresionante de gobernadores. El señor Greenspan también realizó avances significativos en hacer más abierta y comunicativa a la Fed con los mercados de capital, con la publicación más rápida de la declaración política, y con las minutas detalladas.

Sin embargo, hay más por hacer, en la mejoría de las comunicaciones, la institucionalización de la credibilidad y para atraer más plenamente todos los talentos a la Fed, en lugar del genio individual de su presidente. Estas tareas le tocan al señor Bernanke. Afortunadamente, él es el adecuado para realizarlas. Mientras mayor avance logre en estos frentes, mejor estará equipado para lidiar con los negocios inconclusos de los años de Greenspan, y para construir su propia reputación.

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