Tras rescate militar, Correa ofrece castigar alzamiento

Tras rescate militar, Correa ofrece castigar alzamiento

Quito, (AP).- El presidente Rafael Correa aseguró el jueves que este «ha sido el día más triste de mi vida» ante miles de seguidores poco después de que militares se abrieron paso a tiros para un espectacular rescate del hospital policial donde estaba retenido por agentes sublevados.

El mandatario pronunció un vigoroso discurso en el que agradeció «a esos héroes que me acompañaron en esta larga jornada … con ese valor, con esa lealtad nada ni nadie nos podrá vencer». Militares lanzaron un operativo armado para rescatarlo del hospital policial en que se encontraba tras haber sufrido una agresión en la mañana.

Tras casi 35 minutos de intercambio de disparos que dejó por lo menos un herido, los militares evacuaron a Correa en una camioneta que partió a toda velocidad en medio de fuerte resguardo militar.

Después del operativo Correa llegó al Palacio de Carondelet, en donde dirigió un discurso a una multitud de seguidores que se mantuvieron horas concentrados en el lugar y lo vitorearon cuando apareció en el balcón que da a la plaza. «No tengo palabras de agradecimiento a todos ustedes. Qué lealtad, qué apoyo, muchísimas gracias… porque se han movilizado en apoyo del gobierno nacional, a la revolución ciudadana, a la democracia», les dijo. Rechazó «a los que quieren, no a través de las urnas sino a través de la conspiración, la mentira, la infamia, detener a la revolución ciudadana».

Correa criticó a lo que llamó «oposición retrógrada, que hasta negaba que el presidente estaba secuestrado y que lo primero que pedía y exigía es amnistía a los que habían vejado, agredido a la autoridad». «Jamás cedimos, jamás aceptamos negociar nada bajo presión, nada. Por el diálogo todo», aseguró. Destacó las muestras de solidaridad de numerosos presidentes del mundo y organizaciones internacionales. Comentó que «es increíble, impresionante que se subleven, no toda la fuerza policial, una parte… no para luchar contra un gobierno tiránico… sino para buscar supuestas remuneraciones que se les ha quitado… ¿Cómo pueden jugar por algo tan banal con el futuro de la patria?». Sostuvo que «no habrá perdón y se sancionará» a los responsables de la rebelión. El Comando Conjunto de la Fuerzas Armadas informó en un comunicado que el asalto al hospital para sacar a Correa dejó cinco heridos de bala entre sus efectivos, pero no dio detalles del estado de las víctimas.

El paramédico de la Cruz Roja, Cristian Rivera, dijo a radio Sonorama que «una ambulancia en que se trasladaba a dos militares heridos graves de bala y a una civil. Uno tenía una herida en el abdomen y dos en las piernas».

Denunció que «una patrulla policial persiguió y abaleó a la ambulancia» que transportaba a los heridos.

Correa aseguró que se sentía secuestrado dentro del hospital por los policías y que la protesta le parecía un intento de golpe de estado.

El fiscal general Washington Pesántez afirmó que «se iniciarán acciones en contra de quienes atentaron contra la integridad del presidente» secuestrándolo y manteniéndolo retenido casi todo el día. Precisó que las acciones se cumplirán en contra de quienes iniciaron la sublevación policial y que también se investigará el delito de conspiración a quienes desde afuera azuzaron y utilizaron a los miembros de la Policía Nacional.

A inmediaciones del hospital policial donde estuvo el gobernante también se congregaron cientos de simpatizantes de Correa que lanzaban piedras y palos contra los policías alzados que para mantenerlos a raya les dispararon gases lacrimógenos durante horas.

Los choques en alrededores del hospital dejaron un muerto y numerosos heridos, informó el ministro de Seguridad Interna y Externa, Miguel Carvajal, quien también informó que el gobierno decretó estado de excepción para controlar la situación.

El jefe del comando conjunto de las Fuerzas Militares, general Ernesto González, aclaró que la insurrección no era respaldada por esa institución y había ofrecido resguardar el orden público y hacer cumplir el estado de excepción. El asalto al hospital fue ordenado por el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas, según informó en un comunicado.

La rebelión policial generó el repudio de los gobiernos del continente y de otras regiones.

La Organización de los Estados Americanos sostuvo una reunión de urgencia por el alzamiento y los líderes de la Unión de Naciones Suramericanas se dirigían de emergencia a Buenos Aires para analizar la situación y respaldar al presidente.

El director del hospital en donde Correa permaneció confinado, César Carrión, afirmaba que no se trataba de un secuestro porque siempre estuvo acompañado de su personal de seguridad y «no hay ningún policía armado porque no lo hemos permitido en el hospital». Poco después de haber resultado intoxicado al explotar una bomba lacrimógena a escasa distancia de su cabeza cuando intentaba dialogar con los policías alzados, Correa subió a una ventana del cuartel donde se produjo la revuelta y gritó: «si quieren matar al presidente, mátenme… pero este presidente seguirá haciendo lo que tiene que hacer».

La protesta de los policías surgió por el malestar hacia una ley que consideraban afectaba sus condiciones laborales. El canciller Ricardo Patiño, desde el hospital sostuvo que «no tiene ningún sentido lo que están haciendo los policías, ellos mismos fueron a reconocer que estaban equivocados… los sueldos de los policías se han incrementado al doble en estos tres años».

Durante la jornada los sublevados se tomaron cuarteles policiales en Quito, Guayaquil y otras ciudades, quemaron llantas, lanzaron gases lacrimógenos y cerraron las carreteras de acceso a la capital durante algunas horas, según reportes de las radios y canales de televisión, que mostraron imágenes de los incidentes.

También un grupo de opositores al gobierno irrumpió violentamente en la televisora estatal, en la que penetraron rompiendo una puerta de cristal y se tomaron el set del noticiero que transmitió en vivo toda la incursión hasta que su operación regular fue interrumpida momentáneamente.

Unos 800 policías protagonizaron la protesta en la capital. En Ecuador hay cerca de 40.000 policías, la mayoría de los cuales no participaron de la insubordinación, aunque la falta de vigilancia provocó que en algunas ciudades se reportaran robos y saqueos a comercios.

La mayor parte de los comercios cerraron o atendieron parcialmente en Quito. Los aeropuertos internacionales de Quito y Guayaquil fueron tomados por el ejército por razones de seguridad y suspendieron sus operaciones. No estaba claro si las mismas habían sido restablecidas después de la liberación de Correa.

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