LA HABANA. Una vez que el secretario de Estado, John Kerry, reabra la embajada de Estados Unidos en La Habana este viernes, el presidente Barack Obama tendrá que decidir si Cuba debe seguir siendo catalogada como país «enemigo».
La Ley de Comercio con el Enemigo, vigente en Estados Unidos desde 1917 y aplicada a Cuba tras la revolución de 1959, le otorga al presidente la facultad de imponer sanciones económicas en tiempo de guerra o en cualquier otra emergencia nacional, y prohíbe el intercambio comercial con los países enemigos o sus aliados. Obama debe resolver en los primeros días de septiembre si Cuba continúa otro año más siendo la única nación sobre la que pesan sanciones en virtud de esta ley.
En 2008, el entonces presidente George W. Bush eliminó a Corea del Norte. A China y Vietnam la ley les fue aplicada en el pasado, así como a la Alemania nazi y sus aliados en la Segunda Guerra Mundial.
«Si Obama no prorroga la permanencia de Cuba en la Ley de Comercio con el Enemigo, hay varias consecuencias inmediatas», explica a la AFP el analista Jorge de Armas, del grupo Cuban Americans for Engagement de Miami, que promueve desde hace años el acercamiento entre ambos países.
«Presumiblemente no lo hará» (prorrogar las sanciones), pues el propio Obama «ha dicho que Cuba no representa una amenaza para Estados Unidos», añade.
En el camino iniciado el 17 de diciembre de 2014 para restablecer relaciones con Cuba, rotas en 1961, Estados Unidos retiró en mayo a la isla de su lista negra de países que patrocinan el terrorismo y la excluyó hace dos semanas de las naciones con serios problemas de tráfico de personas. Además, Obama ha pedido al Congreso que inicie la discusión para levantar el embargo económico impuesto a la isla en 1962, que La Habana tilda de «bloqueo», pero quedan pendientes otros temas complejos como el futuro de la base de Guantánamo, arrendada a Estados Unidos en 1903 con un contrato sin fecha de término, y las compensaciones por las propiedades estadounidenses nacionalizadas por Fidel Castro en agosto de 1960.
«Lo que haga Obama con esta Ley (de Comercio con el Enemigo) puede darnos una muy clara señal que si su política contra el bloqueo es real o pura demagogia», dice a la AFP el académico cubano Esteban Morales. «Obama sería inconsecuente total si decide ratificar la sanción a Cuba. Parecería un absurdo estar planteando al Congreso la necesidad de levantar el bloqueo y que algo que depende de su voluntad ejecutiva, quedase en pie», agrega.
«Buen precedente para el embargo»
En virtud de esa ley, Washington adoptó en 1963 regulaciones para el Control de Activos Cubanos, que monitorea una oficina del Departamento del Tesoro, aplicando millonarias multas a personas y empresas que han viajado o han mantenido relaciones económicas con Cuba.
«Si Obama no la prorroga, hay varias consecuencias inmediatas. Una es la posibilidad de que se abra el espacio legal para demandar a las propias autoridades estadounidenses de violar el derecho internacional, de seguir el embargo» contra Cuba, afirma De Armas.
Si Obama elimina esta sanción, desaparece también el sustento legal de la prohibición a los estadounidenses para viajar a Cuba como turistas, según el analista. Actualmente Washington solo autoriza los viajes de estadounidenses de 12 categorías: académicos, artistas, periodistas, deportistas, religiosos, entre otros.
Si Obama la elimina «sería un buen antecedente para afianzar más la petición al Congreso de levantar el bloqueo y reduciría obstáculos que impiden facilitar financieramente la actividad turística en Cuba», señala Morales.
«Cambio radical y unilateral»
«Yo estoy casi seguro de que la van a sacar (a Cuba de la lista de esta Ley), juzgando por el comportamiento del presidente desde el 27 de diciembre hasta acá», dice a la AFP Sebastián Arcos, director asociado del Instituto de Investigaciones Cubanas de la Florida Internacional University, en Miami.
«Mi objeción es que este tipo de política de cambio radical y unilateral (de Obama), lo único que está haciendo es atrincherando a ese régimen en el poder y eliminando los incentivos al proceso de reforma», afirma. Arcos agrega: «este cambio es unilateral, porque los cubanos no han hecho nada, aquí no hay ‘quid pro quo’ (algo por algo), esto es un cambio de política unilateral» de Obama.