PARIS. Tras «la batalla de Whirlpool«, donde Marine Le Pen y Emmanuel Macron se lanzaron a la caza del voto obrero francés en una fábrica de electrodomésticos amenazada con el cierre, la pesca enfrentó el jueves a los candidatos a la presidencia del país, que regresaron a la campaña electoral tradicional.
La populista líder de ultraderecha Le Pen se embarcó antes del amanecer en un pesquero en el Mediterráneo, el último de sus esfuerzos televisados para presentarse como la candidata de los trabajadores galos frente a Macron, exministro de Economía y centrista, a quien describe como el representante de la élite financiera, política y proeuropea.
Macron tenía prevista una aparición televisiva para el jueves por la tarde.
«Mi abuelo era pescador, así que estoy en mi elemento», dijo Le Pen tras viajar a bordo del arrastrero «Grace of God 2«.
Le Pen anunció que Francia recuperará el control de sus políticas marítimas si sale elegida en el balotaje del 7 de mayo y atacó de nuevo el programa económico liberal de su rival. Macron respondió a la euroescéptica en Twitter, diciendo que sus propuestas para sacar al país de la UE hundirían la industria pesquera.
«Tenga un buen viaje. La salida de Europa que propone es el final de la pesca francesa. Piénsenlo”, tuiteó.
Con su viaje de pesca, Le Pen siguió intentando reclutar apoyos entre la clase trabajadora, como ocurrió el miércoles con su visita sorpresa a la amenazada fábrica de secadoras de Whirlpool en el norte de Francia.
Este astuto acto electoral puso a Macron a la defensiva y lo llevó a reunirse con los enfadados trabajadores de la factoría más tarde en el día.
El jueves, diarios y comentaristas políticos debatieron sobre cuál de los dos aspirantes sacó más rendimiento de sus visitas a la planta, que destacó sus diferentes estilos y fueron retransmitidas en vivo por televisoras de noticias.
«Se declaró la guerra», dijo el titular de portada del jueves del diario Liberation.
François Bayrou, un exaspirante a la presidencia y aliado de Macron, concedió el triunfo al exministro de Economía, apuntando que el centrista mostró valor al pasar más de una hora intentando hablar con los enfadados obreros en la planta de Whirlpool en Amiens.
Criticó la visita de Le Pen, mucho más corta, diciendo: «Estuvo 10 minutos, con selfies y sonrisas, y eso no es una campaña presidencial».