Trascendencia de la obra sociopolítica de Juan Bosch

Trascendencia de la obra sociopolítica de Juan Bosch

-I-

Si Juan Pablo Duarte fue el padre de la modernidad en la República Dominicana, puede afirmarse que Juan Bosch es el principal impulsador de la modernidad en nuestro país en el siglo XX. Él encarna la continuidad de aquella acción, de aquel pensamiento, que se inició en julio de 1838 y que, el 27 de febrero de 1844, tuvo su culminación con la proclamación del nacimiento de la República.
Esa tarea de continuidad de Bosch, ese concepto de modernidad, iba a producirse en un ambiente concreto, y tenía que haber una causa que determinara la concepción y visión de su pensamiento. El contexto en que nace y crece Bosch, La Vega de principios del siglo XX, estaba caracterizado por la pobreza, el caos, el desorden de la sociedad, y a pocos años de su nacimiento el territorio nacional sería ocupado por tropas extranjeras: la intervención estadounidense de 1916. Ese es el mundo en que transcurren su infancia y adolescencia, recuerdos y emociones que quedaron grabados definitivamente en su alma.
Pero la pobreza y el caos que reinaban en esos años no sólo lo marcaron, en términos de que sintió el dolor, el drama de esa pobreza, de ese desamparo del hombre dominicano; sino que, con el tiempo -y es lo más importante-, lo impulsarían a desarrollar ideas que tuvieran que ver con la transformación de esa realidad.
Don Juan ha tenido siempre una gran capacidad de observación. Su primera escuela no fueron los libros, ni las universidades, ni las aulas; su primera escuela fue el hombre dominicano, el campesino, el que iba al almacén de su padre en La Vega, a vender frutos o a comprar. Ahí él tuvo el primer contacto con ese campesino descalzo, con las manos color tierra después de la labranza. Con él podía hablar y conversar; así comenzaron sus tertulias.
A diferencia de lo que decían sectores dominantes de la época, que calificaban al campesino de haragán y de ladrón, Bosch comprobó que éste era laborioso e incansable. Lo rural constituía el 80% del país, contrario a como ocurre en la actualidad; y don Juan descubrió que ese hombre no sólo era trabajador, sino también que tenía una gran sabiduría.
Además de ese contacto con el campesino, la relación con sus padres y su abuelo materno, Juan Gaviño, se constituyó en otro factor determinante en su formación. Ellos leían obras importantes y recibían revistas de España y Estados Unidos. Les interesaba la literatura, la cultura; con ellos conoció el mundo de los libros.
Durante sus años de escolaridad, conoció la escuela hostosiana, en la que él se formó, al igual que su generación, hasta que ese modelo educativo fue desmontado, a partir del Concordato, firmado en 1954, entre los Estados dominicano y vaticano. Hostos iba a influir en múltiples aspectos de su vida.
Su destacado nivel de observación iba a llevarlo a definir actividades y áreas del saber: a partir de cada labor realizada, Bosch desarrollaría, con los años, una teoría sobre esa materia. Por ello expone una teoría de cómo escribir cuentos, después de descollarse en el género; sobre la historia, al escribir historia; acerca del Estado, tras ejercer de estadista; y así la sociología, la política exterior y muchos otros aspectos.
En lo que respecta a su vida, muchas veces Bosch señaló que él era un fruto del desarrollo de Cuba, porque no hemos tenido como país las condiciones materiales para producir personajes de su categoría, y de otros que se formaron en espacios propicios para lograr un mayor desarrollo. En realidad, ya tenía formación literaria cuando salió del país, como fue el caso de los hermanos Henríquez Ureña; pero su desarrollo político e intelectual se obtiene y se impulsa fundamentalmente en el extranjero.
Llegó a Cuba luego de estudiar la obra de Eugenio María de Hostos. En Puerto Rico había trabajado en la organización de los originales de las obras del Maestro. Él mismo ha contado el efecto transformador de ese pensamiento: le dio sentido a su vida; y, sobre todo, le permitió darse cuenta de cómo un hombre podía, no sólo dolerse del sufrimiento de los demás, sino tratar de poner su cultura, sus capacidades, al servicio de una causa justa, de una causa grande.

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